martes, 1 de diciembre de 2009

La poesía es un arma cargada de futuro

Durante mucho tiempo compaginó sus tareas de ingeniero en una empresa familiar en Guipúzcoa con la pasión de escribir, hasta que en 1956 se instaló definitivamente en Madrid para dedicarse por completo a la poesía.

Su primer libro, Marea de silencio (1935), reflejaba influencias surrealistas. Con Amparo Gastón, Amparitxu, su compañera de la vida, fundó Norte, la colección de poesía, en 1947.

Y menos mal, qué suerte hemos tenido de que Don Gabriel Celaya no sea un hombre sensato.

Porque él es la Palabra con la que se pueden derrotar las armas. Porque era consciente del poder de la poesía y lo utilizaba. Porque sabía que la única arma efectiva era el verso, y los cargaba de Palabras. Porque el sentido estético de sus poemas quedaba en un segundo plano, exaltando el significado, cargado de razón y de conciencia.

Paco Ibañez, el que un día fue considerado la voz libre de España, quien como pocos siente con una convicción conmovedora que ésta es una verdad cargada de belleza, le da una dimensión tal a este poema, que se me antoja, incluso, le da un nuevo sentido.


La poesía es un arma cargada de futuro

Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
mas se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.

Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.

Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.

Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas.
Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.

Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.

Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.

Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.


(Gabriel Celaya)




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