sábado, 5 de diciembre de 2009

Acerca del Génesis

"La metafísica, o el intento de concebir el mundo como un todo
empleando la razón, se ha desarrollado, desde el principio,
por la unión y el conflicto de dos impulsos humanos enteramente distintos:
uno de ellos arrastra al hombre hacia el misticismo; el otro, hacia la ciencia"
Bertrand Russell

Es posible que mi intento de acercarme al entendimiento de la Religión y de los textos bíblicos, sea pretencioso. Aún así, quisiera plantear algunos interrogantes para debatir acerca de algunos de los motivos mitológicos más incuestionablemente centrales de nuestra civilización judeocristiana, a la que, nos guste o no, pertenecemos, impregnando toda nuestra cultura, contextualizando todo el pensamiento que producimos, condicionando nuestras definiciones acerca de las cuestiones morales a las que nos enfrentamos.
Me parece que hay dos elementos centrales en el fundamento de las religiones. Esto que nos define como animales sociales, toda vez que el ser humano como ser social necesitó siempre la religión para su desarrollo y consolidación, desde que empezamos a vivir en comunión con nuestros congéneres en tiempos de los Chamanes hasta nuestros días; profundizando esta dependencia en la medida en que nuestras civilizaciones fueron sofisticando su arquitectura social.

Uno de ellos es la necesidad de un tutor que tenemos aún los adultos, de alguien que nos marque el camino, que nos proporcione una guía de acción para la vida, que nos permita convivir con nuestros deseos insatisfechos, con nuestros temores cotidianos, que nos permita aceptar la muerte con serenidad. Finalmente, la de establecer un dogma necesariamente absoluto, totalizador. Decía, es la necesidad de confiar en el futuro, fundamentalmente cuando nuestros sentidos nos dicen que no lo tenemos.
Hay otro basamento de la necesidad humana de religión, y éste es el de respondernos las preguntas para las que carecemos de respuesta. A la necesidad de establecer un dogma se le suma la de una teoría absoluta y sin fisuras sobre la naturaleza y la finalidad del universo. Y estas necesidades espirituales son propias de todos los seres humanos independientemente de sí intentamos superarlas a través del entendimiento o nos refugiamos en el misticismo, en todo caso difieren las formas, pero no los contenidos, incluyendo en las soluciones místicas muchos planteos políticos y sociales, aún algunos científicos. Cuando hablo de soluciones místicas, hablo de la definición de cualquier cuestión que se resuelve más allá de la razón, y no sólo de las creencias religiosas, hablo de opiniones cerradas e inmodificables que no aceptan cuestionamientos, básicamente de aquellas verdades que se consideran absolutas, insisto: las que pueden ser políticas, sociales, científicas o religiosas.

Podría empezar por describir cómo las distintas sociedades fueron interpretando los hechos de la naturaleza que eran incapaces de entender como acciones sobrenaturales de seres superiores. También podría con este razonamiento llegar a asociar aquello con lo que hoy no podemos explicar, y a través del misticismo lo intentan las religiones modernas. Sin embargo, creo que esto no nos conduciría al debate más jugoso, el que desde mi modesto punto de vista, sería otro.



Allá voy, preparen las piedras.

"La certeza del saber provoca el dogmatismo, el espíritu devoto, la intolerancia.La religión explica los misterios del mundo.
La ciencia intenta comprender esos misterios mediante la razón y está por consiguiente limitada, por definición, por la capacidad del cerebro humano.
Por lo tanto esta destinada a verdades sucesivas, a certezas provisionales.
Y es esa precariedad -difícil de soportar para el hombre- lo que la distingue del pensamiento mítico.
No debe olvidarlo jamas, ni sucumbir a la tentación del saber absoluto"
Claude Allègre


Si bien el Génesis trata de tradiciones antiquísimas, tal vez de mas de 6000 años, no se empezó a escribir sino hacia el siglo IX a. C., y probablemente su versión definitiva se concluyó aproximadamente en el siglo V a. C. Por lo que para empezar debemos intentar ubicarnos temporalmente en aquella época, para no cometer el común error de la extemporaneidad. Las diferentes religiones politeístas consideran que el universo no fue creado en un momento dado sino que creen que la vida es un ciclo infinito que eternamente vuelve a comenzar. A diferencia de aquellas, las religiones egipcias, sumerias y semitas profesaban que la creación sucedió en un momento determinado. Estas se forjaron una visión Panteísta de la que está sin dudas impregnado el Génesis. Las tradiciones semitas, sumerias, persas y babilónicas en las que se basan los motivos mitológicos descriptos en el Génesis nos delinean un universo dominado por la voluntad de un ser superior. En estos mitos los lugares geográficos tienen necesariamente una importancia capital, y es probablemente éste el motivo fundamental de la enemistad manifiesta de las Iglesias Judías, Cristianas y Musulmanas para con la Geología. También es fundamental la idea de la perfección y la magnificencia del creador, la idea de la posesión de un poder absoluto, por lo que estas iglesias no podían aceptar la idea del átomo o de la evolución, ya que contradice y le resta autoridad a las sagradas escrituras. La noción de infinito se da de narices contra el texto bíblico, el que para justificarse necesitó un mundo finito y controlado por la voluntad de su creador. La casualidad y el azar no tienen cabida en esta concepción. Y por supuesto que esta concepción de un universo determinado y finito por voluntad de Dios, necesita al hombre creador de estos mitos de la creación en el centro de este universo, y su hogar junto con él en este mismo centro. Y cualquier idea que infrinja este diseño, que aun hoy es combatida de manera virulenta, en el pasado, cuando el poder de las Religiones era realmente absoluto, se pagaba incluso con la propia vida, como lo hizo Giordano Bruno entre muchos. Cuando no, se pagaba con la humillación, con el desprecio y con la persecución, como tantos hubieron de sufrir en tiempos en los que el encendido escepticismo era decididamente intolerable.

Leyendo los primeros capítulos del Génesis me surge con fuerza la idea de que es un tópico del que se debería debatir, debido entre otros motivos a que es un tema que se muestra como tabú, toda vez que la mayoría de mis amigos católicos evitan realizar la mínima reflexión acerca del mismo, tal vez porque desconfían de las opiniones de un agnóstico. Inclusive, hay algunos cristianos que llegan a plantear que el Universo fue creado hace tan solo 6004 años, tal como afirma el texto bíblico (y el inefable Arzobispo de Usher estableció luego de una profunda investigación, fijando fecha y hora precisa de tan trascendente acontecimiento), para lo cual deben negar, aunque no parezca muy razonable, la validez de los métodos de datación, entre otras negaciones. En este contexto, me gustaría empezar por decir que los primeros capítulos del Génesis están escritos con una concepción absolutamente egocéntrica, y en este sentido necesariamente geocéntrica, seguramente entendible hace mas de 3000 años, pero inconcebible a la luz de los conocimientos científicos actuales, 400 años después de Copernico, Galileo y Kepler. Claro que mañana podemos descubrir que estabamos todos equivocados y La Biblia tenía razón, pero eso será mañana, en tanto de acuerdo a los conocimientos actuales hoy no la tiene, y pido perdón por el exceso de confianza en mis convicciones.

Si releemos los primeros 5 versículos del primero de los 5 libros del pentateuco, esto es el Génesis (aunque deberíamos decir Bereshith, palabra hebrea que encabeza dicho libro en el texto en idioma original y que significa "Al principio", que es como los autores del libro realmente lo llamaban), según la edición de 1884 de la traducción de la Vulgata Latina que tengo en mi biblioteca, leemos una secuencia de la creación que solo tiene sentido parados sobre la Tierra, ya que con sólo alejarnos de ella el 1% de la distancia que la separa del Sol, hablar del día y la noche no tiene el mínimo sentido. Si lo leemos otra vez, también podremos ver que la secuencia de la creación, pone primero los cielos y la tierra, después el firmamento y los mares, después la vegetación y recién después el Sol y la Luna. Nuevamente vemos un pensamiento, insisto, absolutamente geocéntrico. Como es posible que el Sol haya sido creado después que la Tierra, cuando la tierra gira alrededor del Sol, producto de la atracción gravitacional que ejerce el Sol sobre la Tierra, y a riesgo de ser reiterativo, como es posible que el Sol fuera creado después de la división del día y la noche, cuando la fuente de la luz es el propio Sol. Cómo es posible, que si la luz viaja a 300.000 Km./S, y la Galaxia más lejana conocida se encuentra a 11.500 millones de años/luz, la luz de esa Galaxia nos haya llegado a nosotros para que podamos verla en tan solo 6004 años. Claro que tal vez la luz de aquellas galaxias haya estado al final de su viaje hacia La Tierra al momento de ser creada. Todo esto nos muestra el desconocimiento de las leyes de la naturaleza, que naturalmente tenían nuestros antepasados hace mas de 3000 años, cuando imaginaron estos mitos de la creación, pero que no pudo desconocer el creador, el que en tanto creador de todo, lo es también de aquellas leyes.

Tengo un ultimo interrogante para cerrar este modestísimo análisis del Génesis, como llamaron los traductores griegos de la Septuaginta (llamada así ya que fueron setenta los eruditos del 3er siglo antes de Cristo los que trabajaron en dicha traducción) a este primer libro de la compilación que hoy, en el sector occidental y cristiano de nuestro planeta, llamamos Biblia. En los últimos versículos del primer capítulo se afirma que en el sexto día Dios creó al hombre, que los creó macho y hembra, y les dijo que todos los animales y vegetales que había creado y puesto sobre la tierra eran para su beneficio y alimento, que crecieran y se multiplicasen. Pregunto: ¿no eran Adán y Eva los primeros seres humanos creados por Dios que habitaron la tierra, según se afirma en el Capítulo II del Génesis? ¿o es que aparte de Adán y Eva fueron creados otros seres que no eran del linaje de aquéllos? Me pregunto si este no habrá sido el argumento con el que los escritores de este texto justificaban que había gentes diferentes y terribles competidores en la lucha por la supervivencia.



De qué estamos hablando.

"conoceréis la verdad, y sólo la verdad os hará libres"
Jesús Cristo


Entonces, si afirmamos que el mismo Dios es el autor intelectual de este libro, parecería poco probable que hubiese cometido errores en el relato temporal de la secuencia de la creación. Seguramente, cualquiera de nosotros en tanto humanos, podría cometer estos errores, así como también desconocer las leyes de la naturaleza. Pero nos dicen que no fueron humanos los autores intelectuales del libro, sino el mismo Dios, utilizando la mano de Moisés para materializarlo. Y esto parece contradecir la idea misma de Dios, que ante todo está asociada a la perfección, que honestamente no veo en este relato. Cómo puede ser perfecta una entidad que elabora de manera inconsistente un relato, o cuando menos lo transmite de manera incorrecta. No es digno de un ser perfecto, y menos aún del ser más perfecto.

También podemos ver el tema desde otro ángulo, mencionando que la palabra Dios es tal vez una traducción inexacta del original, ya que en el mismo se escribió Elohim, palabra que normalmente debería traducirse como dioses, transluciendo el origen politeísta de los pueblos semitas, de donde vienen estos mitos y leyendas, politeísmo que también asoma en otros pasajes del Génesis, como por ejemplo en el versículo 26 del mismo primer capítulo cuando se lee que Dios dijo "Hagamos al hombre" y me permite plantear por qué y a quién o quiénes les dijo "hagamos", politeísmo que tal vez el pueblo hebreo empezó a abandonar a su vuelta de Egipto, aprendido por Moisés de Akenaton antes de abrir las aguas del Mar Rojo. Claro que seria entrar en un terreno un poco más complicado, mucho más subjetivo, y en el que no esta todo tan claro, como creo que está en el que elegí para analizar dicho libro.

Quisiera aclarar que hasta acá no estoy negando ni afirmando la existencia de Dios. No sé cuál es la verdad y no creo que ninguno de nosotros esté en condiciones de dilucidarla. Por otro lado, fuere cual fuere la verdad no modifica la esencia de este texto, que pretende demostrar la inexactitud y a partir de allí el origen necesariamente humano del texto bíblico. Sólo estoy intentando cuestionar los mitos y las leyendas que los seres humanos fueron elaborando con los años, los que generalmente se aceptan, sin cuestionarse jamas su validez o consistencia, y no estoy cuestionando en este texto la existencia de Dios. Tampoco estoy cuestionando su valor espiritual, ni su valor poético, ni su valor dogmático. No estoy cuestionando la validez moral y ética del texto. Sólo estoy cuestionando la consistencia lógica (vaya atrevimiento el mío) del texto bíblico basándome en algunas inconsistencias del relato, las que contradicen a los que sostienen la inverosímil autoría divina del mismo. Sólo me interesa demostrar que fue escrito por seres humanos como nosotros, con las mismas limitaciones y necesidades espirituales que nosotros, lleno de errores e inexactitudes, y por tanto no es portador único de La Verdad, si es que alguien se anima a sostener que ella existe.

Mientras escribía este texto, recordé leyendo una revista de historia donde casualmente aparecía mencionado, que Umberto Eco hace decir al monje protagonista de El nombre de la Rosa: "Huye Adso, de los profetas y de los que están dispuestos a morir por la verdad, porque suelen provocar la muerte de muchos otros, a menudo antes que la propia y a veces en lugar de la propia". Esto define lo que siento con respecto a este tema, con una precisión rayana con el milagro. Humildemente agregaría, que si no huyo, por lo menos desconfío de estos personajes, los que más seguido de lo deseable, traspasan la línea que separa la metáfora de la realidad. Y esto lamentablemente es extensible a tantos otros terrenos que parecen a primera vista alejados de la religión.



Los mismos miedos, las mismas necesidades


“Los deberes sociales continúan la lección del festival en la existencia diaria y normal
y se le da más validez al individuo. Por el contrario, la indiferencia, las revoluciones
o el exilio rompen las conexiones vitales. Desde el punto de vista de
la unidad social, el individuo aislado no es sino una nada, un desperdicio.”
Joseph Campbell

Nunca me fue fácil aceptar mis errores. Me provoca una angustia muy intensa anoticiarme de que las cosas no son como yo creía que eran, ya que me obliga a replanteármelas y volver a decidir acerca de la manera en que son en realidad. Evidentemente nos resulta de lo más tranquilizador ser los clarividentes dueños de la verdad única y absoluta; parece que para nosotros no solamente la existencia de la verdad es necesaria sino también lo es ser su poseedor.
Toda vez que somos animales sociales, nuestra relación con los demás se establece necesariamente desde lo que compartimos, y la relación se estrecha y se fortalece si la establecemos desde el común conocimiento de la verdad. Así sucede en nuestra vida diaria, a pesar de que nos resulte de difícil digestión ver comunidades entregadas al culto de personalidades autoritarias, las que habitualmente se arrogan el deber y el derecho de ser los defensores de la verdad absoluta, respondiendo con violencia ante el disenso de los que aparecen como los enviados del demonio, los que maliciosamente pretenden destruir la verdad. Parecerían ser los mismos hilos los que tejen nuestras definiciones y nuestros sentimientos sobre la religión, la vida comunitaria y la política.
Los mismos miedos, las mismas ansiedades, las mismas inseguridades, las mismas necesidades. ¿Existe la verdad? ¿Existe una única e indudable verdad? La imagen de la verdad como una secuencia interminable de caminos de infinitas direcciones me parece la más adecuada; siento además que es la más sabia. Aquello que nos incluye a todos independientemente de nuestra individualidad, o mejor, esencialmente desde nuestra individualidad, es la comunión más sólida e inquebrantable. Es factible que esta sea la razón para seguir debatiendo acerca del texto bíblico, en tanto ahí está encerrada la verdad según muchos de nosotros.

No obstante, no parece fácil encontrar la verdad en un texto que asegura que no fue el largo camino de la evolución, sino la repentina decisión de una entidad superior, la razón de la existencia de la vida en nuestro planeta tal cual hoy la conocemos, ignorando al Joven de Turkana y a Lucy, lo que a esta altura parece una empresa difícil si se parte desde la honestidad intelectual, inclusive desde una actitud religiosa militante. Hoy que están de moda los Dinosaurios, se me ocurre oportuno preguntar por qué semejantes animales no figuran en el texto bíblico; cómo luego de que Adán les puso nombre, tal como afirma dicho texto, no aparecen registrados en ningún pasaje de estos libros. Ante la realidad del registro fósil, donde aparece el hombre en un momento muy posterior al de los Dinosaurios, se hace harto complicado justificar que el momento de la creación del hombre y del resto de los animales sucedió como está afirmado en este texto; se hace necesario negar la realidad del conocimiento científico actual, y aún aceptando que éste es falible, y obviamente como sucedió a lo largo de nuestra historia, aceptando que dicho conocimiento ira evolucionando, aún así no parece probable que estemos tan lejos del conocimiento preciso de los hechos como para que descubramos que finalmente La Biblia tenía razón. Es cierto que hoy parece haber consenso acerca de que la evolución no responde al modelo Darwiniano, desde que el descubrimiento de Burgess Shale (recomiendo leer La Vida Maravillosa de Stephen Jay Gould) hizo replantearse a los biólogos el modelo gradualista y adoptar un modelo en el que las tensiones se acumulan y en un momento dado hacen explosión; pero salvo excepciones nadie discute hoy la teoría evolutiva.

No parece fácil encontrar la verdad en un texto en el que encontramos dos momentos diferentes de creación del mismo elemento, esto es, el ser humano. Recordemos que en el versículo 26 del capitulo I se dice que la creación del hombre se realiza en el sexto día y luego en el versículo 7 del capitulo II se declara la creación de Adán como el primero de nuestra especie. Y claro que no debería ser fácil porque nos dice el texto bíblico en el versículo 17 del capitulo II “Mas del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal no comas: porque en cualquier día que comieres de él, infaliblemente morirás”. Entonces si a pesar de las inconsistencias del texto seguimos buscando en él la verdad, encontramos que nuestra búsqueda es improcedente porque el propio texto nos dice que no somos nosotros los que debemos decidir qué está bien y qué está mal, si no que tenemos que aceptar lo que se nos dice; debemos dejar de buscar. Parece que no somos nosotros los que debemos establecer cuál es nuestra verdad, no somos quienes están capacitados para decidirlo.

¿Tampoco es muy fácil aceptar como la verdad la afirmación que se hace en los primeros versículos del capitulo III de la existencia de un dialogo entre una serpiente y una mujer, si tenemos en cuenta que la conformación anatómica de una serpiente no le permite hablar como a nosotros o si consideramos que su cerebro no está lo suficientemente dotado para elaborar un lenguaje ni para entenderlo. Y me parece aún más difícil aceptar como la verdad este texto puesto en el lugar de una mujer, a quien este libro le deja el doloroso destino de la sumisión, como se afirma en el versículo 16 del mismo capitulo III: “Dijo asimismo a la mujer: Multiplicaré tus trabajos y tus miserias en tus preñeces: con dolor parirás los hijos, y estarás bajo la potestad o mando de tu marido, y él te dominará.”. O como podemos leer en el siguiente versículo “Y a Adán le dijo: por cuanto has escuchado la voz de tu mujer , y comido del árbol de que te mandé no comieses, maldita sea la tierra por tu causa: con grandes fatigas sacarás de ella el aliento en todo el discurso de tu vida.”. No fue el único error grave de Adán decidir qué está bien y qué está mal, si no que a la altura de esto parece estar el haber escuchado a su mujer. Es decir que no es opinar lo que le corresponde a la mujer; a la mujer le corresponde someterse y callar, y si tiene la osadía de expresar sus pensamientos, el hombre no debe escuchar. Triste es el destino de la mujer según aseguran los redactores del Génesis, destino que no es compartido por los preceptos de las sociedades modernas, pero indudablemente lo era en los tiempos en que estos textos fueron escritos. No parece razonable, no parece ser poseedor de la verdad un texto que contiene valores morales tan perecederos, tan transitorios. Hoy no parece verosímil un texto que nos plantea que la verdad existe más allá de nuestro entendimiento. O que a las mujeres les queda el triste papel de la sumisión y la obediencia indiscutible al hombre, y todo debido a un supuesto diálogo que la primera mujer mantuvo con una serpiente, cuando finalmente tanto la mujer como la inefable serpiente fueron creaciones del mismo que impone el castigo. Además de inverosímil, me parece infame.

Es muy tentador a esta altura, plantearnos acerca de la necesidad de la actitud tremendamente injusta que según el texto bíblico tenía el creador con Adán, quien, recordemos, no se llama así sino hasta el capitulo 5 cuando se enumera la descendencia de Adán ya que en estos capítulos se lo llama Adam que quiere decir sencillamente hombre. Si este texto es real nos enfrentamos ante un creador absolutamente infame, quien además de castigar con extrema dureza un error cometido desde la ignorancia, tuvo una actitud innoble, ya que se puede inferir que el error fue provocado por él mismo, por cuanto, si la inefable serpiente pudo hablar, esto fue permitido por él mismo en tanto creador absoluto de todo lo existente, por cuanto si el árbol estaba en medio del edén sin ninguna otra finalidad, fue puesto sólo para la tentación de Adam.


Pero por qué necesitamos semejante exceso de injustos castigos sobre nuestros ancestros? Es posible que la vida sea más sencilla de sobrellevar si las injusticias que normalmente debemos soportar durante el transcurso de ella son el producto de un castigo divino contra el que no podemos más que callar, en tanto obtenemos nuestro sustento con nuestro esfuerzo, y a veces aún así no lo conseguimos como deseamos. Imaginemos hace 3000 ó 4000 años enfrentarnos a la dureza del medio e intentar explicarnos por qué semejantes dificultades. Leemos en el versículo 18 del capitulo III: “Espinas y abrojos te producirá, y comerás de los frutos que den las yerbas o plantas de la tierra.” Recordemos que el hombre o “Adam” se transformó en agricultor y este modo de vida era bastante más laborioso que el anterior como recolector de alimentos y por otra parte debió enfrentarse con las condiciones climatológicas, que no entendía, para que sus cosechas les rindieran lo suficiente. Cómo explicarnos que debemos esforzarnos de sol a sol para obtener nuestro alimento, el que antes sólo recogíamos de la naturaleza, y peor, cómo nos explicamos que aún así, ocasionalmente tampoco nos es suficiente este esfuerzo y debemos padecer la hambruna.

Es posible que de algún modo esté cuestionando la validez dogmática del texto bíblico en este modesto análisis, pero no es el objetivo último del mismo. Ahora que parece que se están multiplicando los que sostienen la autoría divina del texto bíblico, cuando incluso algunos sostienen que estas afirmaciones tienen bases científicas, y llegan a asegurar que el texto contiene oculto un código que nos permite predecir el futuro y se apoyan en programas informáticos para demostrar esto, parece que el debate que más entusiasmo provoca es si en La Tora como lo llaman los hebreos o el Pentateuco como lo llamaron los griegos, está la verdad. Si a pesar de todas las inconsistencias e inexactitudes es posible que creamos que Yahve, una entidad perfecta y poseedora de un poder absoluto, sea la autora intelectual o incluso material de La Biblia. Creo que algún matemático podría darnos herramientas de análisis para que llegáramos a juicios más sostenibles, pero a simple vista me parece que en un texto como el Génesis o el Exodo o el Levítico o en cualquier libro que contenga una cantidad importante de caracteres como por ejemplo La Guerra y La Paz, podría encontrar un cúmulo de palabras utilizando un salto de caracteres determinado, palabras que tengan una aparente coherencia sobre cualquier tema, incluso sobre mi intrascendente vida, fundamentalmente después de conocidos los hechos.

Es interesante ver cómo magnificamos los datos que sostienen nuestras posiciones al tiempo que minimizamos los datos en contrario, aún cuando los segundos sean tumultuosos. Nos negamos con una persistencia admirable a modificar un ápice nuestras posiciones y creencias. Largo y penoso es el camino del escepticismo, corto y sencillo el de la sumisión. No parece verosímil que un texto plagado de inexactitudes nos provea un camino recto y sencillo hacia la verdad, verdad que finalmente, no parece ser única e inmutable, ya que finalmente no es éste el único texto que se arroga el inverosímil titulo de ser el dueño único de aquella verdad.






Publicado originalmente en la revista Desalmados Monteros.

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