miércoles, 6 de enero de 2010

Richard Bona, los más bajos sentimientos

“Richard Bona Trio, Jazz Zaragoza, 10 de noviembre de 2005,
tinta 15 x 21 cm, de Santiago Ríos”



Dicen que si Jaco Pastorius, el músico que revolucionó el jazz con su bajo eléctrico, hubiera nacido en el Camerún, se llamaría Richard Bona. Porque el talento nace, no se hace. Algo evidente en el genial bajista camerunés, aunque este genio puede hacer música con lo que él quiera. Convencido de esto, Pat Metheny, de quien obvian las presentaciones, presentando a sus músicos dijo de él con una sonrisa en los labios: ” … y Richard Bona … al... todo”.

Richard Bona sí nació en 1967, en Minta, Camerún. Su abuelo era cantante y percusionista en la iglesia de Douala. Su madre, también cantante. "Cuando tenía tres años, lloraba mucho y sin razón" recuerda Bona riéndose. "Un día, alguien trajo a casa un balafón y se puso a tocar. Dejé de llorar; me quedé quieto, atrapado, escuchando durante horas." Bastó un solo acorde de una gran banda para que el chico de tres años cambiara para siempre.
A partir de ese día lo único que le importó fue la música. Aprendió guitarra, flauta y percusión, y a los ocho años, tocaba por todo el país con su guitarra y su balafón. Y como no había dinero comenzó a armar sus propios instrumentos y se fue preparando para tocarlos. Así fue que se hizo varias flautas, distintos instrumentos de percusión en madera y a los siete años fabricó con sus maravillosas manos una guitarra de 12 cuerdas con red de pesca y cables de frenos para bicicletas. Liberado de toda falsa modestia asegura que la extraña obra de luthería sonaba muchísimo mejor que otras profesionales. En 1980, con 13 años, se marchó a Douala con su padre y comenzó su carrera profesional tocando en hoteles.



Cuando no tenía más que veintidós años, al morir su padre, viajó a Alemania, y de allí a la bohemia de París, luego de exprimir al máximo las enseñanzas que le brindaba la gran colección de discos de jazz que le facilitó el dueño del hotel en Douala donde Bona tocaba todas las noches. Pero él necesitaba más. Allí se matriculó en una escuela de música y aprendió los fundamentos de la composición. Se dedicó a escuchar la música de Miles Davis, Chet Baker y Ben Webster, y claro, así se entiende. Trabajó con Didier Lockwood (violinista), Marc Ducret (guitarra), Manu Dibango (batería) y Salif Keita.

Como no tenía los permisos de residencia y trabajo de Francia lo expulsaron luego de vivir en París durante seis años, donde en un club de jazz tuvo su primer encuentro con Joe Zawinul. Otro artista enorme, Harry Belafonte, acude en su ayuda y le contrata para poder establecerse legalmente en EEUU. Hoy vive en Nueva York junto con su hijo, muy lejos de la naturaleza pero cerca de Chick Corea, Bobby McFerrin, Brandford Marsalis y Pat Metheny con quienes toca habitualmente.
Fue tocando en el Blue Note con el antiguo teclista de Weather Report, cuando conoció a Jack Holmes, el letrista de Harry Belafonte. Richard entró en el grupo para acabar siendo su director musical. Pronto se puso a trabajar con músicos tan ilustres como Larry Coryell, Michael y Randy Brecker, Steve Gadd o Branford Marzalis, donde se aprecia no sólo el poder sobre el instrumento, sino la riqueza y expresividad de su voz y sus cualidades en la composición.



Paul Simon, Harry Belafonte, Queen Latifah, Harry Connick Jr, Manu Di Bango, Pat Metheny, Joe Zawinul, Herbie Hancock, Chick Corea, Jacky Terrason, Bobby McFerrin, Randy Brecker, George Benson, Mike Stern, Sadao Watanabe, son sólo algunos de los artistas que han apelado al talento del bajista.
Richard Bona es un inmenso cantante, compositor y multiinstrumentista de jazz y jazz fusión, especializado en el bajo eléctrico, instrumento del que es uno de los máximos exponentes actuales a nivel mundial por su reconocido virtuosismo. Es uno de los mejores músicos de África, junto a Yossou N'Dour, Manu Dibango e Ismael. Hace sonar en su bajo, como si fuera un antiguo alquimista, una mezcla de jazz contemporáneo con el sonido que le imponen sus raíces y la explosividad del rock; sin embargo su estilo es claro y limpio. Suena a ser feliz, su música desprende una saludable luminosidad, creando un entorno de receptividad muy optimista. Su bajo, dicen, es una arma de construcción masiva.

Su primer álbum "Scenes From My Life" (1999) es un auténtico resumen de lo que es capaz. Su segundo álbum “Reverence” confirma sus talentos de cantor, autor y compositor fuera de serie, de bajista extraordinario y de muy fino melodista. Un álbum intimista de producción finamente tallada.
"Munia” (cuento en dialecto duala), tercer álbum de Bona, luego de firmar con la Universal, no ha hecho más que confirmar los talentos del camerunés que vive en NY. Tiene todo lo que se le puede pedir al género, y además, emoción. Sobre este disco dice su autor: "Me sirvo de la música para contar una historia. Les corresponde a ustedes contarse su propia historia con la música que escuchen." Compone canciones dialectales, que hablan del amor y del respeto. Describen asuntos en apariencia simples como la naturaleza, el amor y la vida cotidiana de la gente. “Munia” y “Tiki”, su cuarto trabajo, establecen los que pueden considerarse ya sus signos de identificación, unidos a la gradual maduración de su arte.



También grabó un disco en trío con el congolés Lokua Kanza y el francés Gerald Toto, donde su impronta se deja sentir en composiciones como “Ghana blues” y “Kwalelo”. Pequeñas reiteraciones sonoras, apreciables sobre todo si se escuchan los discos de un tirón, no invalidan una propuesta determinada por la sinceridad. Es música para manejar estados de ánimo, banda sonora para una actualidad multicultural y transparente en sus esencias.
En su último trbajo, África sigue siendo la verdadera protagonista. “The Ten Shades of Blues” es un perfecto ensamblaje de culturas e influencias, bien producido con un sonido fantástico. Un excelente trabajo que sin duda merece el reconocimiento, donde cada tema genera una visión multicolor en su escucha. Centrado todo, por supuesto, en la profunda e intensa voz de Bona.



Richard Bona habla de estar abierto, de exponerse, de recibir y asimilar lo que nos rodea, antes que de encerrarse en escuelas previsibles. La música que compone nos aproxima a una visión planetaria y humana; transpira inocencia y compromiso, irradia alegría, vigor, certezas, melancolía. Es un creador en ascenso, con mucho recorrido aún. Para quienes creen que su inscripción de nacimiento lo obliga a reproducir fórmulas ya inventadas, antepone la inevitable necesidad de crecer desde ellas. Porque así como crece el pueblo futuro, él crece desde el pie.


Más música de este genial artista en MySpace.


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