jueves, 25 de noviembre de 2010

Las reglas del juego


¿Por qué el insulto máximo, "hijo de puta", conlleva la presencia de una mujer prostituida cuyo hijo garantizaría la existencia de un cuerpo materno caracterizado como cloaca espermática construida merced a las prácticas masculinas? Un hijo desnacido por el reproductor que no aspiraba a engendrar con esa mujer, y al mismo tiempo asociado con la necesidad de lograr placer mediante el pago de la servidumbre sexual.
La prostituta se considera necesaria, pero su cría se utiliza como agravio para otro varón: hijo de puta. Criatura que proviene de un lugar que mediante su existencia transforma a la puta en madre-mujer apostando a una violencia en el lenguaje, rudimentaria y paradojal, que evidencia la imposibilidad de prescindir de la mujer que siempre se encuentra en el origen del sujeto: la madre; aunque se pretenda negarle la condición materna sustituyéndola por la función puta.


El pacto desde el psicoanálisis

En el Esquema de psicoanálisis Freud se remite al pacto entre el analista apuntalado en el mundo exterior objetivo y el Yo del psicótico. Fracasa el pacto entre el Yo y el Otro que el psicótico no puede establecer como diría Lacan. El planteo lacaniano apunta al pacto con el sujeto en tanto par-letre, o sea, un pacto simbólico, “del intercambio de los símbolos como situamos los unos con respecto a los otros nuestros diferentes yoes”. Del ahondamiento de esta regulación por medio del intercambio simbólico nace la noción de un orden simbólico. A veces se lo concibe como una mediación que permite superar “la rivalidad absoluta con el otro” recurriendo a una tercera instancia situada más allá de los sujetos competidores. Será a partir de esta relación dual hacia una triangular que introduce el juez o árbitro, y la creación del contrato.


El pacto en la historia

Veamos los diccionarios: “Un acuerdo vinculante de carácter solemne tomado por dos o más partes, individuos, etcétera, a fin de hacer, o bien de abstenerse de hacer una cosa determinada; un convenio”. También: convenio, trato o una alianza entre partes iguales o igual autoridad. Sin embargo, ni berith en hebreo –significado se refiere a un lazo que no puede romperse fácilmente–, ni diathéke (las palabras hebrea y griega que la Biblia emplea, y que se han traducido como “pacto”) significan eso. La Biblia, es rotunda: el pacto de Dios es una promesa de su parte y se refiere a más de un pacto: con Noé, Abraham y otros. Siempre procede de la divinidad, nunca de los seres humanos, de allí la concentración en la idea de obediencia por parte de quienes habrán de asumirlo; es un convenio que Dios hace con su pueblo. Este acuerdo conlleva una reciprocidad de beneficios y obligaciones. Dios espera del ser humano obediencia como consecuencia de la confianza en El y Su palabra. El propósito principal del pacto es la iniciativa de Dios por restaurar la relación con el ser humano, la cual se había quebrado a partir de la desobediencia de Adán y Eva. Fácil asociar la creencia masculina acerca de una razón básica para ser obedecido por la mujer. Deviene de su ansia de ser Dios.

El otro pacto inicial es aquel que fundó los orígenes de las sociedades y de los ordenamientos sociales: pacto de no agresión que excluye todo tipo de violencia en la relación entre las partes. Entre las comunidades y las tribus primero. Para eludir el estado de naturaleza en el que no regía la ley. Que es al que retornan los violentos del género masculino, a los estadios previos al pacto.
La evolución de las sociedades condujo al segundo momento del pacto: lograr acuerdos, excluido el uso de la fuerza recíproca para la solución de conflictos. Esas partes se comprometen a resolver los desacuerdos mediante negociaciones que “desembocan en un compromiso”. Lo que no significa que se transita hacia un estadio no conflictual sino a la alternativa de encontrar otro modos de entenderse. La clave reside en la prohibición de utilizar la violencia recíproca para hacer valer las propias razones.
En la construcción histórica de las subjetividades, el género mujer quedó entrampado en otra clase de pacto, el pacto entre varones que las tomó como botín, como capital productor de proles.
Fue un pacto social en cuanto a la propiedad de las mujeres, pacto tribal entre hombres. La ilusión de nuestra sociedad, transmitida por medio de la legislación, es que entre hombres y mujeres existen contratos a partir de la igualdad de derechos. La historia empieza con las teorías del Contrato Social de Hobbes, Locke y Rousseau polemizando con Filmer, para quien el derecho político se deriva del derecho paternal y monárquico que Dios entregó a Adán. El contractualismo creó nuevos mecanismos de dominación de las mujeres, el más evidente de ellos es su exclusión de diversas áreas vitales. Estos teóricos pretenden mantener todas las estructuras de dominación; defienden la división de la sociedad en espacios sociales. De ahí que las estructuras sociales básicas que quieren conservar para la nueva sociedad –como la familia o la dicotomía público-privado– sean transferidas al estado de naturaleza para así devolverlas a la sociedad con la legitimidad que le proporcionaría su pertenencia a la naturaleza comandada por el varón.
Para el análisis de Género y Violencia esta oposición público/privado es clave porque Género se mueve en el ámbito de lo público. Se es hombre o mujer a la vista. Y se pretende que la violencia ejercida contra las mujeres se mantenga en el ámbito de lo privado, para que el Estado no intervenga.


¿El contrato?

Las mujeres deben estar subordinadas a los varones, pero mostrando su acuerdo. El origen de este consentimiento puede apreciarse en la idea moderna de matrimonio. El contrato matrimonial es la reproducción del pacto sexual de los orígenes entre varones apropiándose de las mujeres. Fue estudiado por Carole Pateman, quien afirma que la “polaridad público-privado no puede ser pensada separadamente”. El discurso académico privilegia el espacio público, y entonces cuenta la mitad de la historia: que de un hipotético pacto original entre hombres libres e iguales surge un nuevo orden social, civil y político. En el comienzo de las sociedades no existió –tampoco ahora– esa igualdad entre hombres y mujeres. El género masculino reguló la organización de esos contratos que pretendiendo ser sociales se sostenían sobre la posesión sexual de la mujer. Pateman acentúa la necesidad de explicar cómo se establece y mantiene la esfera privada dentro de la cual el varón dispone de su poder sobre los derechos de los otros miembros de la familia; de ahí su empeño por contar la otra mitad de la historia: la historia del contrato sexual como diferencia política”.
Es esa modalidad política enancada en el mundo pulsional que ofrece y aporta los recursos para las respuestas violentas, así como el deseo de poder, que regula las violencias propia de un género respecto del otro. El contrato sexual crea una relación de subordinación de las mujeres respecto de los varones, de forma que cuando se firma el contrato social, las mujeres están excluidas de él como sujetos. No sólo la violencia familiar, también la prostitución, y la trata de personas constituye el paradigma de dicho abuso de poder.
El contrato social es un pacto entre los dos sexos en el que las mujeres pactan su sujeción a cambio de “la protección” de los varones.


El discurso en la historia de la violencia familiar

El discurso es clave porque antes de que la violencia sea física, aparece, por lo general, otra que responde a la superposición denominado por Greimas contrato de veridicción y que se establece en y por el discurso. Este contrato es un acuerdo implícito entre los dos actuantes de la estructura de comunicación y está relacionado con el grado de veridicción que se le otorga al discurso: “La comunicación de la verdad descansa en la estructura de intercambio que le sirve de base”. (La adhesión de quien escucha, y recibe los argumentos es la única instancia capaz de legitimar el contenido de ese contrato de veridicción, o sea, aceptar al discurso como verdadero.) Pero sucede que una de las partes, mujer no puede, no alcanza a argumentar o lo que argumenta no le gusta a quien escucha. Estamos cerca de Lacan cuando sostuvo que la veracidad de un discurso no está en relación al referente –el varón golpeador– sino a ese contrato de veridicción que se supone vigente en tanto se instaló en y por el discurso: “La verdad tiene estructura de ficción”.
La institución que subordina y oprime a las mujeres es la familia. La relevancia de la misma se debe a que recrea las condiciones de dominio social. Esta violencia aumenta con la autoridad de las mujeres nuevas, que han roto el pacto sexual, y el contrato sexual regulando la natalidad según sus criterios por una parte y por otra mediante actividades que invaden exitosamente la considerada esfera de intimidad familiar quebrantada hoy por la creciente autonomía de las mujeres en las distintas clases sociales.
En el contrato social los varones explicitan y acuerdan sus libertades así como su igualdad ante la ley. En cambio, en el contrato de matrimonio las mujeres “consensúan” su sujeción a los varones y éstos su dominación sobre aquéllas.


Revisar

Continuar refiriéndose a Género y Violencia mantiene su eficacia agitativa, y torna recomendable incorporar las teorías que incluyen la acción y el discurso revisado lo cual se traduce en tomar en serio la violencia familiar. Implica no tolerar la indiferencia legislativa, ni distracciones de algunos jueces, ni la inercia educativa que debería incluir el tema desde los primeros grados. “El marco teórico” podrá apoyarse en la teoría del hacer. “Derivar “a las víctimas a tratamientos psicológicos cuando los hospitales están saturados es recrear nuevas encerronas. Así como suponer que la psicoterapia, sin la transmisión del empoderarse de la mujer para enfrentar al violento, es suficiente también significa una distorsión perceptual del problema.

La revisión del marco teórico remite a la modificación de los contenidos técnico/teóricos de quienes pensamos o actuamos en violencia familiar empezando por evaluar nuestra posición personal-moral frente al tema.
Y así como el insulto máximo que involucra al hijo de la puta oculta en su semantización una discriminación operativa y violenta, la expresión violencia familiar encubre la trampa que cotidianamente torna eficaces a los violentos al incluir la idea de “lo familiar”, en la que en realidad es tradicional violencia contra el género. La palabra “familiar” tiende a neutralizar el delito –asociándolo con un desentendimiento entre un hombre y una mujer unidos por lazos familiares– así como la palabra hijo desplaza sobre un niño la violencia masculina que la prostitución consagra.
Para poder construir un insulto mayor la violencia se imprime en la semantización que sustituye la función madre por la función puta, negando lo innegable, el original lugar madre de la que el varón es tributario en su origen, así como es tributario de la creación de las putas. La madre es quien lo crea, y él es quien crea a las prostitutas, utilizando el agravio que desmadra al hijo de puta dejándolo sin madre, como cría proveniente de una mujer que no amerita el reconocimiento masculino de su hijo. Transparente ejercicio de violencia verbal contra las mujeres a las que pretenden clasificar como madres (hijo de) o como putas, ante el terror que inspira saber que inevitablemente ellos y sus hijos –los que llevan su apellido– dependen para nacer del cuerpo fecundo de las mujeres, sin distinciones entre nosotras. La violencia no puede sustraerse de esta semántica inscripta en los cromosomas del lenguaje de donde parte el insulto creado en el nombre del padre.

La ley (¿de qué ley hablo? De la que quiera entender quien lea) no es patrimonio del derecho, ni del psicoanálisis ni de las religiones; surgió de las primeras relaciones humanas entre quienes poblaron el planeta.
El sujeto que golpea a la víctima mujer conoce la ley en sus instancias familiares y jurídicas, sabe que la está transgrediendo. Su respuesta “no puedo parar una vez que empecé” evidencia cómo consigue que el conocimiento de la ley se convierta en aquello que existiendo no puede operarse. La ley se conoce pero no opera. La falla en la operatividad reside en que carece de integración en el sujeto, que no se incluyó como operador de sus contenidos.
La ley no opera mientras carece de eficacia para modificar al sujeto que se define a sí mismo como aquel que no puede detenerse, la ley lo posiciona como carente de mecanismos supresores que lo instituyan como operador de sí misma, de allí la reiterada frecuencia con que algunos jueces eligen caratular los episodios como “lesiones leves –o graves–” y no como violencia familiar. La actuación violenta genera un escenario donde el sujeto ataca a la víctima, la golpea y ella grita mientras los hijos miran aterrorizados. Es la tragedia griega en tanto los caracteriza la encerrona parental cuyos personajes son padres, hijos, parientes. Y siempre se retorna, porque jamás se ha salido de esa escena. Siempre se desarrolla en el mismo escenario y con los mismos protagonistas.
Si bien hay puntos que pueden modificarse, lo que se mantiene es el impulso violento hacia el otro. Ese otro es una mujer, de allí la presencia de la idea de Género y Violencia, porque es el género varón el que se presenta como incapaz de mantenerse sujetado de acuerdo con la ley. Es la relación entre la injusticia y la ley cuando el pacto inicial se rompe.

Por Eva Giberti





Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres

I

El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar la profundidad de mis ojos
y conocer lo que anida en mí,
la golondrina transparente de la ternura.

II

El hombre que me ame
no querrá poseerme como una mercancía,
ni exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá estar a mi lado
con el mismo amor
conque yo estaré al lado suyo.

III

El amor del hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo,
protector y seguro como ellos,
limpio como una mañana de diciembre.

IV

El hombre que me ame
no dudará de mi sonrisa
ni temerá la abundancia de mi pelo,
respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.

V

El hombre que me ame
podrá encontrar en mí
la hamaca donde descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones,
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos,
el lago donde flotar
sin miedo de que el ancla del compromiso
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.

VI

El hombre que me ame
hará poesía con su vida,
construyendo cada día
con la mirada puesta en el futuro.

VII

Por sobre todas las cosas,
el hombre que me ame
deberá amar al pueblo
no como una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si es necesario.

VIII

El hombre que me ame
reconocerá mi rostro en la trinchera
rodilla en tierra me amará
mientras los dos disparamos juntos
contra el enemigo.

IX

El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega,
ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento
en una plaza llena de multitudes.
Podrá gritar -te quiero-
o hacer rótulos en lo alto de los edificios
proclamando su derecho a sentir
el más hermoso y humano de los sentimientos.

X

El amor de mi hombre
no le huirá a las cocinas,
ni a los pañales del hijo,
será como un viento fresco
llevándose entre nubes de sueño y de pasado,
las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados
como seres de distinta estatura.

XI

El amor de mi hombre
no querrá rotularme y etiquetarme,
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor,
como una Revolución
que hace de cada día
el comienzo de una nueva victoria.

Gioconda Belli



domingo, 21 de noviembre de 2010

La Vuelta de Obligado

El 20 de noviembre de 1845, siendo el general Juan Manuel de Rosas responsable de las Relaciones Exteriores del territorio nacional, tuvo lugar el enfrentamiento con fuerzas anglofrancesas conocido como la Vuelta de Obligado, cerca de San Pedro. La escuadra anglofrancesa intentaba obtener la libre navegación del río Paraná para auxiliar a Corrientes, provincia opositora al gobierno de Rosas. Esto permitiría que la sitiada Montevideo pudiera comerciar tanto con Paraguay como con las provincias del litoral. El encargado de la defensa del territorio nacional fue el general Lucio N. Mansilla, quien tendió de costa a costa barcos “acorderados” sujetos por cadenas. La escuadra invasora contaba con fuerzas muy superiores a las locales. A pesar de la heroica resistencia de Mansilla y sus fuerzas, la flota extranjera rompió las cadenas colocadas de costa a costa y se adentró en el Río Paraná.

Fuente: Extracto para El Historiador del libro Los mitos de la historia argentina 2, de Felipe Pigna, Buenos Aires, Planeta. 2004.


Quizás uno de los aspectos más notables e indiscutidamente positivos del régimen de Rosas haya sido el de la defensa de la integridad territorial de lo que hoy es nuestro país. Debió enfrentar conflictos armados con Uruguay, Bolivia, Brasil, Francia e Inglaterra. De todos ellos salió airoso en la convicción –que compartía con su clase social- de que el Estado era su patrimonio y no podía entregarse a ninguna potencia extranjera. No había tanto una actitud nacionalista fanática que se transformaría en xenofobia ni mucho menos, sino una política pragmática que entendía como deseable que los ingleses manejasen nuestro comercio exterior, pero que no admitía que se apropiaran de un solo palmo de territorio nacional que les diera ulteriores derechos a copar el Estado, fuente de todos los negocios y privilegios de nuestra burguesía terrateniente.

En el Parlamento británico se debatía en estos términos el pedido brasileño y de algunos comerciantes ingleses para intervenir militarmente en el Plata para proteger sus intereses: “El duque de Richmond presenta una petición de los banqueros, mercaderes y tratantes de Liverpool, solicitando la adopción de medidas para conseguir la libre navegación de el Río de la Plata. También presenta una petición del mismo tenor de los banqueros, tenderos y tratantes de Manchester. El conde de Aberdeen (jefe del gobierno) dijo que se sentiría muy feliz contribuyendo por cualquier medio a su alcance a la libertad de la navegación en el Río de la Plata, o de cualquier otro río del mundo, a fin de facilitar y extender el comercio británico. Pero no era asunto tan fácil abrir lo que allí habían cerrado las autoridades legales. Este país (la Argentina) se encuentra en la actualidad preocupado en el esfuerzo de restaurar la paz en el Río de la Plata, y abrigo la esperanza de que con este resultado se obtendrá un mejoramiento del presente estado de cosas y una gran extensión de nuestro comercio en esas regiones; pero perderíamos más de lo que posiblemente podríamos ganar, si al tratar con este Estado, nos apartáramos de los principios de la justicia. Pueden estar equivocados en su política comercial y pueden obstinarse siguiendo un sistema que nosotros podríamos creer impertinente e injurioso para sus intereses tanto como para los nuestros, pero estamos obligados a respetar los derechos de las naciones independientes, sean débiles, sean fuertes”.

El canciller Arana decía ante la legislatura: “¿Con qué título la Inglaterra y la Francia vienen a imponer restricciones al derecho eminente de la Confederación Argentina de reglamentar la navegación de sus ríos interiores? ¿Y cuál es la ley general de las naciones ante la cual deben callar los derechos del poder soberano del Estado, cuyos territorios cruzan las aguas de estos ríos? ¿Y que la opinión de los abogados de Inglaterra, aunque sean los de la Corona, se sobrepondrá a la voluntad y las prerrogativas de una nación que ha jurado no depender de ningún poder extraño? Pero los argentinos no han de pasar por estas demasías; tienen la conciencia de sus derechos y no ceden a ninguna pretensión indiscreta. El general Rosas les ha enseñado prácticamente que pueden desbaratar las tramas de sus enemigos por más poderosos que sean. Nuestro Código internacional es muy corto. Paz y amistad con los que nos respetan, y la guerra a muerte a los que se atreven a insultarlo”.

Se ve que Su Graciosa Majestad decía una cosa y hacía otra, porque en la mañana del 20 de noviembre de 1845 pudieron divisarse claramente las siluetas de cientos de barcos. El puerto de Buenos Aires fue bloqueado nuevamente, esta vez por las dos flotas más poderosas del mundo, la francesa y la inglesa, históricas enemigas que debutan como aliadas, como no podía ser de otra manera, en estas tierras.

La precaria defensa argentina estaba armada según el ingenio criollo. Tres enormes cadenas atravesaban el imponente Paraná de costa a costa sostenidas en 24 barquitos, diez de ellos cargados de explosivos. Detrás de todo el dispositivo, esperaba heroicamente a la flota más poderosa del mundo una goleta nacional.

Aquella mañana el general Lucio N. Mansilla, cuñado de Rosas y padre del genial escritor Lucio Víctor, arengó a las tropas: “¡Vedlos, camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño del insulto que vienen haciendo a la soberanía de nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República, sin más título que la fuerza con que se creen poderosos. ¡Pero se engañan esos miserables, aquí no lo serán! Tremole el pabellón azul y blanco y muramos todos antes que verlo bajar de donde flamea”.

Mientras las fanfarrias todavía tocaban las estrofas del himno, desde las barrancas del Paraná nuestras baterías abrieron fuego sobre el enemigo. La lucha, claramente desigual, duró varias horas hasta que por la tarde la flota franco-inglesa desembarcó y se apoderó de las baterías. La escuadra invasora pudo cortar las cadenas y continuar su viaje hacia el norte. En la acción de la Vuelta de Obligado murieron doscientos cincuenta argentinos y medio centenar de invasores europeos.

Al conocer los pormenores del combate, San Martín escribía desde su exilio francés: “Bien sabida es la firmeza de carácter del jefe que preside a la República Argentina; nadie ignora el ascendiente que posee en la vasta campaña de Buenos Aires y el resto de las demás provincias, y aunque no dudo que en la capital tenga un número de enemigos personales, estoy convencido, que bien sea por orgullo nacional, temor, o bien por la prevención heredada de los españoles contra el extranjero; ello es que la totalidad se le unirán (…). Por otra parte, es menester conocer (como la experiencia lo tiene ya mostrado) que el bloqueo que se ha declarado no tiene en las nuevas repúblicas de América la misma influencia que lo sería en Europa; éste sólo afectará a un corto número de propietarios, pero a la mesa del pueblo que no conoce las necesidades de estos países le será bien diferente su continuación. Si las dos potencias en cuestión quieren llevar más adelante sus hostilidades, es decir, declarar la guerra, yo no dudo que con más o menos pérdidas de hombres y gastos se apoderen de Buenos Aires (…) pero aun en ese caso estoy convencido, que no podrán sostenerse por largo tiempo en la capital; el primer alimento o por mejor decir el único del pueblo es la carne, y es sabido con qué facilidad pueden retirarse todos los ganados en muy pocos días a muchas leguas de distancia, igualmente que las caballadas y todo medio de transporte, en una palabra, formar un desierto dilatado, imposible de ser atravesado por una fuerza europea; estoy persuadido será muy corto el número de argentinos que quiera enrolarse con el extranjero, en conclusión, con siete u ocho mil hombres de caballería del país y 25 o 30 piezas de artillería volante, fuerza que con una gran facilidad puede mantener el general Rosas, son suficientes para tener un cerrado bloqueo terrestre a Buenos Aires”.

Juan Bautista Alberdi, claro enemigo del Restaurador, comentaba desde su exilio chileno: “En el suelo extranjero en que resido, en el lindo país que me hospeda sin hacer agravio a su bandera, beso con amor los colores argentinos y me siento vano al verlos más ufanos y dignos que nunca. Guarden sus lágrimas los generosos llorones de nuestras desgracias aunque opuesto a Rosas como hombre de partido, he dicho que escribo con colores argentinos: Rosas no es un simple tirano a mis ojos; si en su mano hay una vara sangrienta de hierro, también veo en su cabeza la escarapela de Belgrano. No me ciega tanto el amor de partido para no conocer lo que es Rosas bajo ciertos aspectos. Sé, por ejemplo, que Simón Bolívar no ocupó tanto el mundo con su nombre como el actual gobernador de Buenos Aires; sé que el nombre de Washington es adorado en el mundo pero no más conocido que el de Rosas; sería necesario no ser argentino para desconocer la verdad de estos hechos y no envanecerse de ellos”.

El embajador norteamericano en Buenos Aires, William Harris, le escribió a su gobierno: “Esta lucha entre el débil y el poderoso es ciertamente un espectáculo interesante y sería divertido si no fuese porque (…) se perjudican los negocios de todas las naciones”.

Dice el historiador H. S. Ferns: “Los resultados políticos y económicos de esa acción fueron, por desgracia, insignificantes. Desde el punto de vista comercial la aventura fue un fiasco. Las ventas fueron pobres y algunos barcos volvieron a sus puntos de partida tan cargado como habían salido, pues los sobrecargos no pudieron colocar nada”.

Los ingleses levantaron el bloqueo en 1847, mientras que los franceses lo hicieron un año después. La firme actitud de Rosas durante los bloqueos le valió la felicitación del general San Martín y un apartado especial en su testamento: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la independencia de la América del Sur le será entregado al general Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla”.

Fuente: www.elhistoriador.com.ar



Ilustra esta entrada la pintura "La batalla de La Vuelta de Obligado", obra del artista argentino Rodolfo Campodónico.






La Vuelta de Obligado
(Triunfo)

Versión de Alfredo Zitarrosa, del disco Canta Zitarrosa, 1966:

Noventa buques mercantes,
veinte de guerra,

vienen topando arriba
las aguas nuestras.

Veinte de guerra vienen
con sus banderas.

La pucha con los ingleses,
quién los pudiera.

Qué los peló a los gringos
una gran siete;
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
qué digo venirse al cuete.

A ver, che Pascual Echagüe,
gobernadores,

que no pasen los franceses
Paraná al norte.

Angostura del Quebracho,
de aquí no pasan.

Pascual Echagüe los mide,
Mansilla los mata.

Versión de Alfredo Zitarrosa, del disco Guitarra negra, 1977, y del recital de Santiago de Chile de 1988:

Noventa buques mercantes,
veinte de guerra,

vienen pechando arriba
las aguas nuestras.

Veinte de guerra vienen
con sus banderas.

Angostura del Quebracho,
de aquí no pasan.

Qué los parió a los gringos
una gran siete;
navegar tantos mares,
venirse al cuete,
¡qué digo venirse al cuete!

Ahijuna con los franceses,
quién los pudiera.

A ver, vos Pascual Echagüe,
gobernadores.

Que no pasen los franceses
Paraná al norte.

Pascual Echagüe los mide,
Mansilla los mata.


La versión que cantaba Alberto Merlo:

Noventa buques mercantes
veinte de guerra, veinte de guerra

Vienen pechando arriba
las aguas nuestras, las aguas nuestras

Veinte de guerra vienen
con sus banderas, con sus banderas

La pucha con tantos barcos
quién los pudiera, quién los pudiera

¡Que lo tiro a los gringos
’juna gran siete
navegar tantos mares
venirse al cuete,
que digo, venirse al cuete¡

A ver che Pascual Echagüe
gobernadores, gobernadores

Que no pasen los franceses
Paraná al norte, Paraná al norte

Angostura del quebracho
de aquí no pasás, de aquí no pasás.

Pascual Echagüe los mide
Mansilla los mata, Mansilla los mata

¡Que lo tiro a los gringos
’juna gran siete
navegar tantos mares
venirse al cuete,
que digo, venirse al cuete¡



viernes, 12 de noviembre de 2010

Porque sólo de lejos las cosas son distintas, y se vuelven, impares, nuestros hondos cimientos

Renuncia este hombre opaco y extraviado
al juego de los otros, a la unánime empresa
de probar el sabor del mundo cierto,
como si el tiempo que iracundo arroja
el hueso del presente codicioso
a la despierta voluntad de todos,
nunca lo hubiera visto,
como si la hermandad innumerable
que rueda hacia el dolor y la delicia
no pudiese rendirlo a sus verdades claras.

Renuncia este hombre al don de la hora vívida,
al esplendor del día donde caben
las venturas concretas, los adioses,
la parcial efusión que arde y resurge,
los trofeos del odio y la batalla,
las zozobras que el alma quiere en secreto, y todo
cuanto pide, no signos, sino real llamarada.

Quién sabe cuántas noches lo asociaron al quieto
reino de las personas ilusorias,
donde el castigo es tenue y es vaga la delicia,
y así en mansa demora miró correr los años,
pues quiso confundirse con mentidas criaturas
para que fuera leve también, y no de hierro,
el plazo de los actos cardinales
que son nuestros sepulcros sucesivos.

Como quien se libera en el exilio,
vive oculto en comarca de signos y de fábulas,
donde las almas pueden desandar sus jornadas
y rehacerse a despecho de los hados,
pues lo domina el insensato empeño
de volverse un tramposo del destino.

Desoye -¿los vivientes podrán creerlo?-
el férvido llamado de las horas
que no le traen el hijo ni los viajes,
ni la curiosidad por otros seres,
porque el desierto es su jardín luciente
y, como ajeno al orden natural de las cosas,
-ya tranquilo en su mundo menor y vaporoso-
todo lo sacrifica a unas imágenes.
Ni siquiera el sonido del mar sobre la playa
donde juegan los cuerpos; tampoco el rostro nuevo
que se anima en la fiesta,
porque indirectos cielos lo aprisionan,
y su alma distraída sólo goza
los bienes negativos de la calma y la ausencia.

Y semejante al párvulo, que en su candor se pierde,
deslumbrado en los reinos
que fundan con engaño las palabas,
vive prestada vida y aventura refleja.
Y las criaturas que en sí mismo engendra,
hijas de su delirio cuidadoso,
en vano salen a probar fortuna,
al azar ofrecidas, a lo incierto,
al capricho y la música de algún hombre recóndito.
Así, en ese desvelo para nadie,
en un país de símbolos humosos,
pierde su vida el lento forastero
que oscuro persevera,
esclavo de unas sombras.


El forastero
CARLOS MASTRONARDI
(De: “No recogidos en volumen”)



Foto: http://www.unfrescoabrazo.com.ar/





No soy de aquí.
(Facundo Cabral)


Me gusta el mar y la mujer cuando llora
las golondrinas y las malas señoras
saltar balcones y abrir las ventanas
y las muchachas en abril.

Me gusta el vino tanto como las flores
y los amantes, pero no los señores
me encanta ser amigo de los ladrones
y las canciones en francés.

No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad.

Me gusta estar tirado siempre en la arena
y en bicicleta perseguir a Manuela
y todo el tiempo para ver las estrellas
con la María en el trigal.

No soy de aquí, ni soy de allá
no tengo edad, ni porvenir
y ser feliz es mi color
de identidad.


Una vez yo pasaba silbando entre arboledas

Un fresco abrazo de agua la nombra para siempre;
sus costas están solas y engendran el verano.
Quien mira es influido por un destino suave
cuando el aire anda en flores y el cielo es delicado.


La conozco agraciada, tendida en sueño lúcido.
Da gusto ir contemplando sus abiertas distancias,
sus ofrecidas lomas que alegran este verso,
su ocaso, imperio triste, sus remolonas aguas.


Y las gentes de ahora, que trabajan su dicha,
los vistosos linares prometiendo un buen año,
las mañanas de hielo, los vivos resplandores,
y el campo en su abandono feliz, hondura y pájaro.



Las voces tienen leguas. Apartadas estancias
miden las grandes tierras y los últimos cielos,
y rumores de hacienda confirman lo apacible,
y un aire encariñado, de lejos, vuelve al trébol.


Gracia ordenada en lomas y en parecidos riachos.
En su anchura, porfían los hombres con la suerte,
y esperan suave fronda y unas tardes eternas
y los dones que piden a los cielos rebeldes.


Preparando cada uno los colores del campo,
capaz el brazo, justa la boca, el pecho en orden.
Para el ganado buenos pastajes y agua libre,
creciendo en paz la bestia, la tierra dando al hombre.


Lindo es mirar las islas. Una callada gente
en cuyos ojos nunca se enturbia el claro día,
atardece en sus costas o cruza con haciendas,
dichosa en la costumbre y en la amargura, digna.


La vida, campo afuera, se contempla en jazmines,
o va en alegres carros cuando perfuma el trigo
cortado, cuando vuelve la brisa a trenzas jóvenes
y el ocio, en la guitarra, menciona algún cariño.


Se puede, es un agrado, saludar la esperanza.
que suele quedar sola, y los medidos actos
del hombre que se afirma con la reja en la escarcha
o rige noche y día la marcha del ganado.



Cruzan como dormidos los troperos, al paso,
tras largas polvaredas; vuelven de las tormentas,
de los bañados cuando la provincia es del viento,
de unos campos ardidos por la luz veraniega.


Leguas, y en ese brillo la torcaz y el aromo,
pausado el movimiento del otoño flotante,
y luego auroras de agua, temporadas de sombra
y el tedio hacia las tardes que los vientos deshacen.


El inconstante cielo, las plagas vencedoras,
los nacientes sembrados que empiezan la alegría,
los anhelos atados a un destello del campo,
el riesgo, siempre hermoso, y el valor que no brilla.


Las revueltas de las manadas que arrecian libremente,
y después la incansable dulzura, la honda calma,
y el esplendor desierto donde se abisma el pájaro,
donde se pierde el claro vivir de las estancias.


Es bueno ver los hombres, allí, alegres de campo,
rigiendo altos motores, sudando entre las parvas.
Estas gentes descifran su futuro en el cielo,
y sus mansas acciones confirman bestias y albas.


Conocen duras penas y alguna vez la dicha,
entienden las tormentas, las promesas del campo,
los soles y los tímidos modales de esa tierra
de ocioso color suave. (La he mirado despacio.)


Cariñosas distancias, favores del silencio,
poblados que hacia fuera relucen en jardines,
unas casas extremas y solas frente al llano,
cercos de fronda, huraña dulzura de unos lindes.

La siesta es un arrullo cansado en esa fronda
donde otra vez aquieto mis tardes de luz viva.
Rosas proporcionadas al poder del verano,
convocando muchachas aclaran más el día.


Por los pueblos, abiertos en yuyales que apuran
la campaña y la noche, lentas almas rehacen
unos sabidos rumbos que igualan toda suerte.
Sólo cambian los cielos y unos crespos tapiales.

Calles de intimidad sin nadie, olvido y sol,
y siempre unas bandadas atristando el oeste,
y ese vals en retreta, pobre encanto en la noche:
nos busca su florido pesar, su voz nos quiere.


Cuando el aire se duerme, llega un rumor de juegos
del arrabal, o acaso de unos queridos años;
y claras van entre árboles despaciosas mujeres,
festejando colores, arreglando algún gajo.


Busca cielo y riberas el ocio del domingo.
Conozco esas mañanas populares y agrestes.
La soledad se aviva de remos, de agua en fiesta,
y, esperanzando mozas, se lucen los jinetes.


La flor de la glicina sobre quietas morochas
miré en las hondas quintas. Allí una luz incierta
reposa, y por sonoros maizales llega el viento
con el rumor quebrado de lejanas haciendas.


El ocaso desgana las voces, y algún hombre
queda en la brisa pura, bajo el cansado cielo.
La vida se apacigua contemplando la hora
distraída sobre aguas, sembrados y altos ceibos.


La tarde, ausencia y fuego, se pierde en los arroyos:
y allá están, los he visto, unos lacios juncales
que agravan de sombría delicia y de secreto
el verdor extendido, la dulzura incansable.


Estos serenos campos fueron selva y ternura
de cantos extrañados en los días sin hombres.
Después, las almas libres; me acuerdo que pasaban
con haciendas cerriles o ganaban los montes.



He vivido en las costas y anduve un año entre islas.
Las crecientes traían animales extraños
y la grata zozobra de escuchar agua brava
entre el clamor extremo de los campos ahogados.


Mecido cielo de árboles, luz de mi tiempo: vieron
la suerte de mi gente. Yo estaba y lo querido.
Nuestro culto y nuestro ánimo era un hombre de afuera.
Las frondas encerraban el vecindario antiguo.


Perdido pueblo, noches de ladridos y viento;
por los ranchos lejanos, miserables canciones,
el alba entre campanas y los mojados carros,
calles de luz más sola, la plaza como un bosque.


Con buen tiempo llegaban las noticias del campo
que animaron tertulias de señores felices
y un pájaro bastaba para alegrar el pueblo.
Luz agreste y cantada, la vida entre jazmines.



Recordando mi casa y unos queridos años
digo: era el agua próxima rumor en la roldana,
llegaba algún dichoso, las fiestas nos juntaban,
nuestro padre salía temprano a la campaña.



Tuvimos un gran árbol, para un barrio su efluvio.
Adentro iba una voz disponiendo esplendores
y en los patios duraba la sombra de los nuestros…
Entonces, los regalos venían de los montes.


La dicha entretuvimos mirando unas amigas.
Lentas, bajo sombrillas de colores, llegaban
a pasar con nosotros un cariñoso día
de manos ocurrentes y flores visitadas.


Son recuerdos. Ese árbol queriendo todo el patio,
aquellos que no vuelven a su sombra, otras voces,
las tardes que venían oliendo a campo. Lejos
quedaron, en la vida reservada de entonces.


Me alegré de jinetes que entraban siempre al alba.
Vi esquinas resignadas a un caballo y a un poste,
luz de rosales, calles con lunas más cercanas.
También vi guitarreros borrachos en la noche.



De lejos, en las fechas respetadas, venían
paisanos que orillaban las alegres reuniones.
Llegaban de los montes a embravecer las fiestas,
la mirada filosa y el destino en las voces.


Una vez se miraron y se entendieron dos hombres.
Los vi salir borrosos del camino, y callados,
para explicarse a fierro: se midieron de muerte.
Uno quedó; era dulce la tarde, el tiempo claro.


Yo saludé varones sufridos que agrandaron
los confines riesgosos de una hirsuta provincia.
Tras la hacienda bravía o en los montes quedando,
vivieron sin asombros sus penas y delicias.


El campo se ofrecía misterioso, y sus hombres
ganaron soledades, removieron la gracia
descuidada y ociosa de unas tierras tupidas,
la luz extraordinaria y ociosa de otras albas.


He cruzado sus leguas de alta fronda, y recuerdo
un sosiego de estancias perdidas en la dicha
y tormentas de pájaros obedientes al alba.
Era un agrado estarse contemplando esa vida.


En ceibales y costas quedan rumores de antes
y viene hasta mis noches como una queja antigua.
Persiste un rudo encanto que me despeja el alma,
entre arroyos ocultos y en las calladas islas.



Los ocasos devuelven al ayer. Reconozco
luz de una tarde mía en las tardes de ahora.
Otra vez me convidan los silencios del campo
y un confín oscilante de linos me recobra.


Alabo estas distancias, que imperan con dulzura
y dicen que el olvido, bajo su fronda, es suave.
Suelo buscar, gustoso, su paz consecutiva,
sus aguas remolonas, su octubre, sus maizales.


Aquí un desamparado valor mueve a los hombres
desde la luz primera, que impone la hermosura.
Hay brazos que renuevan los colores del campo,
y destinos que en soles y nublados se buscan.


Hablo de mi provincia. Vuelvo a querer sus noches,
sus recias claridades y sus albas de hielo.
Miro el cauce anchuroso de sus almas iguales,
su resplandor de espigas y su varón sereno.



De nuevo me convida la mansa luz agreste,
y el rocío en los huertos que guardan la frescura.
Me ofrezco a unos lugares de follaje y silencio,
al escondido tiempo de las quintas profundas.



Otra vez nos conducen las tardes pueblo afuera.
Por las costas cercanas –uno ausente- nos vemos
en los pastos tirados, sin apuro remando…
Suelo volver del monte, perdido, un grito espléndido.



Yo soy una alabanza de esa fronda que ampara
un vivir agraciado de secreto y sin mundo.
En su hondura, mi paso libre de horas, absuelto,
y en calles que se pierden junto a los campos mudos.



Vuelvo a mirar confines de abandonada gracia,
pueblos fieles al gesto de antiguas gentes muertas,
y piadosos lugares que halagan el recuerdo,
por donde se alejaba mi pena paseandera.


Vuelvo a ser de las noches, que hondamente me han visto.
Me acompaña una brisa de campo en esas horas,
cuando busco la extrema quietud, ruinosas tapias
y calles semejantes a mi destino, y solas.



Conozco unos lugares que enternecen mi andanza
y donde la provincia ya es encanto sin tiempo.
Frondas, callados pueblos, suaves noches camperas.
Soledad, hermosura: frecuencias de mi pecho.



Vuelvo a cruzar las islas donde el verano canta,
y un aire enamorado de esa extensa delicia
en cuya luz diversa y en cuya paz se anuncia
la querida, la tierna, la querida provincia.


Larga dulzura creada para entender la dicha,
durable rosa, quieto fervor, gajo de patria.
¡Qué mansa la presencia de la brisa en sus tierras!
¡Qué sonora en mi pecho la efusión de sus aguas!


Dulzura, sí, llaneza cordial, grato sosiego,
amplitud primorosa y honor de la mirada.
En su anchura, el olvido reconoce a los suyos,
y en su tierno abandono mi persona se aclara.



¡Qué vistosas se ponen sus leguas cuando el aire
perfuma, y la tarde alza como dormidos velos!
Yo pondero esos campos, los nombra el afectuoso.
Mi corazón es dádiva de su amable silencio.



Siento una luz absorta y unos muertos rumores;
reconozco este ocaso perdido en los trigales,
y fuera de los años miro su gracia inmóvil,
su delicado fuego sobre los campos graves.



Luz absorta que viene del pasado, y me acerca
unos rostros, un pueblo y esa fecha rezada
en que anduve más solo por los patios silvestres...
(Un Septiembre elogiado con glicinas, estaba).


Este ocaso confunde mis tiempos. Vuelve un canto
siempre dulce. La dicha se parece a esta ausencia.
Quedo en la brisa, tierno de campo, libre, oscuro.
Una vez yo pasaba silbando entre arboledas.



Luz de provincia
CARLOS MASTRONARDI
(Conocimiento de la noche - 1937)



Foto: http://www.unfrescoabrazo.com.ar/







domingo, 7 de noviembre de 2010

Dicen que me fui del barrio

Ilustra esta entrada la pintura "Puerto", del inigualable pintor argentino Benito Quinquela Martín.


Dicen que existe un país al sur del mundo, atado a la cola del barrilete americano.
Un país mágico y extraño donde se mezclan la alegría de carnavales paganos y la tristeza de madres gringas que agitan pañuelos frente a barcos que zarpan.

Un país que es pasión y maravilla donde uno no puede ser del todo feliz, pero que no puede abandonarse.
Porque los que se van se mueren de nostalgia, ahogados en lágrimas o ahorcados a los cables de los teléfonos para las navidades y los cumpleaños.


Te acompañan hasta ezeiza, arrastrando los bagayos, ¿A dónde vas?
Con la facha reciclada, ciudadanía cambiada, ¿A dónde vas?

Navidades extranjeras buscando en la billetera la foto que más querés.
Viendo goles de argentina a las 3 de la matina por deportes CNN.
Los viejos y los muchachos los dejás buscando un cacho de confort a fin de mes.
Y los mangos que amarroques los vas a gastar en viaje para venirlos a ver.
La valija con recuerdos, no entra el patio del colegio ni el fulbete de las diez.
No entra el alma de tu abuelo, la quinta y el gallinero, el horno y el almacén.

Síndrome dulce de leche, contrabandista de yerba y postales en inglés.
Allá te dicen sudaca, acá te decimos negro nada más que por joder.







"Siempre me gustó escribir. Este 'Nocturno a mi Barrio' lo hice cuando estaba internado en la clínica del doctor Carlos Márquez, haciendo una cura de sueño(..) Estuve allí un mes. (..) Escribía muchas cosas. El tema 'Caliente', por ejemplo es de entonces. Se lo dediqué al doctor Márquez."






Nocturno Mi Bario

Mi barrio era así... así...así...
que se yo si era así...
pero yo me lo acuerdo así,
con Giacumin
el cabuña de la esquina
que tenia las hornallas llenas de
hollín
y que jugaba de jas izquierdo,
siempre al lado mio siempre...
siempre...
quizas...
para estar más cerca de mi corazón...
dicen que me fuí del barrio...
dicen que me fuí del barrio...
cuándo?
pero cuándo?
si siempre estoy llegando,
y si una vez me olvidé;
las estrellas de la esquina de la casa de mi vieja,
titilando como si fueran manos amigas, me decian
nene, nene quedate aquí!, quedate aquí, quedate aquí...



La Misissippi Blues Band, en el álbum "Bagayo" (1995), se atrevieron a abrirse un poco más, a salir de la ortodoxia del blues, para incursionar en historias verdaderas, cercanas y, principalmente, contadas en castellano, e incluyen el poema "Nocturno a mi barrio", de Aníbal Troilo.



sábado, 6 de noviembre de 2010

Una gran marca en la radio argentina

A Eduardo Aliverti lo escucho desde hace casi 30 años, desde aquella radio que a mediados de los '80 el inefable Alvaro Alzogaray -el gran amigo y faro del gobierno del PJ en los '90-, definió como Radio Belgrado.
De aquellos años tengo el claro recuerdo de las manifestaciones populares frente al edificio de la emisora de radio que lo emitía, cuando se supo que se levantaba el programa por falta de auspicios económicos pese a ser el de mayor audiencia, lo que constituía una clara demostración de por dónde camina la libertad de exprersión y por dónde la libertad de mercado. En tanto las empresas que entre otras cosas se dedican al negocio de la información sólo buscan obtener rédito, quien diga que está garantizada la libertad de expresión miente. Y es evidente que la lógica básica del capitalismo hace el monopolio inevitable. Otro motivo más para aplaudir y darle la bienvenida a la ley de medios.

Creo que me siento cómodo con él, porque más allá de la razón o no de su subjetividad -que siempre se parece a la mía-, informa y analiza desde la honestidad intelectual, y de eso se hace cargo.
Y creo que le pasa como a mí, cada vez le da más igual lo que opinen de él, sólo le importa ser consecuente con lo que cree es verdad. Pocos profesionales de la comunicación -por no decir ninguno-, son tan coherentes, tan consecuentes, y sobre todas las cosas tan intelectualmente honestos, que es la honestidad hoy más escasa.


Aquí una pequeña guía para conocer la trajectoria de Eduardo Pablo García Aliverti (1956) que como todos sabemos es un hombre de radio, un profesional de la comunicación, que sobre todo es un periodista íntegro, pero también locutor y docente:
En la radio condujo durante la dictadura militar Anticipos por Radio Continental, uno de los pocos programas críticos al poder. Durante los primeros años de la democracia condujo Sin Anestesia por Radio Belgrano. Entre 1988 y 1996 condujo Protagonistas. Actualmente, junto a Liliana Daunes, conduce Marca de Radio durante las mañanas de los sábados por am 910 Radio la Red, el programa Decime Quien Sos Vos, los domingos por la mañana en am 870 Radio Nacional y Dos Gardenias, por la misma emisora, los lunes por la noche.
Abrevó en la televisión conduciendo Palabras Cruzadas junto a Carlos Varela, un periodista de ideología completamente opuesta a la suya. Condujo Esta boca es mía por Cablevisión. Participó en el programa de Telefé "El Gen Argentino", conducido por Mario Pergolini, en el que analizó la figura del Che Guevara. Co-condujo la edición 2006 de "Los anales de Barcelona" por el canal de cable i-sat.
Brilla con luz propia en el periodismo gráfico ya que escribe desde el inicio de los tiempos en Página 12, y es también el responsable de la serie bibliográfica El Archivo de la década.
También realizó documentales como Tango del Lagarto, sobre la realidad de Cuba. Volviendo a Washington, sobre la historia de la moneda argentina. Malajunta, sobre la dictadura. Fue productor de Sol de Noche, una película acerca de la complicidad entre la dictadura y el poder económico.
Pero además, por si fuera poco, dirige la Escuela Terciaria de Estudios Radiofónicos (ETER), y es profesor titular, junto a Oscar Enrique Bosetti, de la materia Taller de Radiofonía de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.



Version de "La era esta pariendo un corazon" de Silvio Rodriguez cantada por W. Carrasco y C. Fernandez, maravillosa cancion que es la cortina oficial de Marca de Radio, uno de los mejores programas periodisticos de Argentina, conducido, magistralmente claro, por Don Eduardo Aliverti.




Le he preguntado a mi sombra
A ver como ando para reírme,
Mientras el llanto, con voz de templo,
Rompe en la sala
Regando el tiempo.

Mi sombra dice que reírse
Es ver los llantos como mi llanto,
Y me he callado, desesperado
Y escucho entonces:
La tierra llora.

La era está pariendo un corazón,
No puede más, se muere de dolor
Y hay que acudir corriendo
Pues se cae el porvenir
En cualquier selva del mundo,
En cualquier calle.

Debo dejar la casa y el sillón,
La madre vive hasta que muere el sol,
Y hay que quemar el cielo si es preciso
Por vivir,
Por cualquier hombre del mundo,
Por cualquier casa.


viernes, 5 de noviembre de 2010

Ellos y nosotros

Sólo hay una forma de saber si un hombre es honesto: preguntárselo. Si entonces responde "Sí", ten la certeza de que no lo es. (Groucho Marx)

Es muy bueno saber dónde está uno. Si no lo tenemos claro miramos la realidad con una distorsión que no es de origen, sino de nuestra propia óptica. Pero también es muy bueno saber dónde están los demás. Ya que, lo peligroso, suele ser que a veces nos queda cómodo ubicarlos en sitios que no están, pero entonces sucede que somos incapaces de entender lo que dicen y desde dónde.

No hay ellos o nosotros, a mi modesto entender. Suena un poco naif lo que voy a decir, lo sé, pero estoy convencido de ello: "no existe la verdad, existen todas nuestras verdades". Hay muchas derechas, muchas izquierdas, muchos matices. Claro que a veces chocan, afortunadamente la vida es conflicto, pero para eso sirve la democracia. Y si de democracia hablamos, aquí debemos plantearnos -antes de cometer el error de creer que el otro no entiende-, que el conflicto normalmente lo crea quien resiste el cambio, no quien lo propone. Porque la vida es cambio, necesaria, afortunadamente, y el cambio es conflicto. Y es aquí cuando en mi humilde opinión se hace necesario comprender que el tamaño del conflicto lo crea el tamaño relativo de estos actores.

Me resulta interesante, y a destacar, la construcción personal del discurso del otro que muchas personas realizan, porque es un método de negación del otro muy habitual. Últimamente leo muy seguido a gente que imagina lo que el otro debería decir para ser capaz de articular un discurso descalificador, y a partir de ahí, usualmente de manera forzada, recrean el discurso del otro. Y qué otra cosa es eso si no una negación de la entidad, la identidad y la inteligencia del otro.
Lo que no tienen en cuenta al construir la realidad de esta manera, es que el otro, pese a sus deseos, sigue ahí, y necesariamente termina apareciendo frente a ellos, usualmente de manera traumática.

"Si se callase el ruido oirías la lluvia caer limpiando la ciudad de espectros, te oiría hablar en sueños y abriría las ventanas. Si se callase el ruido quizá podríamos hablar y soplar sobre las heridas, quizás entenderías que nos queda la esperanza." (Ismael Serrano)

Creo que todos estamos intentando entender, y me parece que cuando seamos capaces de respondernos por qué estamos tan conmocionados naceremos como nuevas personas, probablemente también como sociedad. Debemos comprender de una vez y para siempre que para poder hace falta poder. Y que la pureza intelectual es el refugio de los cobardes. Siempre me ufané de ser sentipensante, pero no era cierto. Para poder ser sentipensante tuve que empezar a pensar con el corazón, y no con las entrañas, porque con el corazón amamos, pero con las entrañas odiamos. Es verdad que en nuestro país nunca sabemos si cuando pisamos barro para poder hacer, en verdad pisamos estiércol. Si tenemos miedo, entonces quedémonos dentro de nuestra inmaculada pureza. Pero pensemos que el fuego del que Galeano nos habla, está ardiendo, y si ardemos con él, podremos ver con claridad el estiércol que aún falta por barrer para quedarnos con el barro con el que haremos los ladrillos necesarios para la construcción de la que tanto hablamos. Al menos ahora tenemos una escoba, hemos recuperado la política. Es necesario tener claro lo que falta, y no negar el estiércol. Pero también es necesario reconocer el camino, el que hemos recorrido, que nos sustenta, y el que nos queda por delante, que es hacia donde vamos. Porque nos puede ocurrir que estemos caminando, pero resulte que estamos solos en el medio de la nada.

Entonces, lo que sí hay, son nuestras ideas y las de ellos. Los traidores defienden intereses, los necios se enfrentan a los propios, dijo alguien que sabía de lo que hablaba. Debemos ser capaces de entender de qué se trata, de escuchar al otro, y también a nosotros mismos, para no terminar negando la realidad, lo que muchas veces significa negarnos a nosotros mismos la posibilidad de la realidad.

Finalmente hablamos de reconstruir un país a partir de una idea, una idea que está viva, y creo que hoy está más viva que nunca. Y quizá, si reducimos la idea al nosotros y al ellos, nos reducimos. Creo que los términos deben ser, nuestras ideas, sus ideas. Porque hay muchos, pero muchos, que sé que comparten nuestras ideas, pero su mezquindad les impide abrir sus corazones. Debemos seguir librando la batalla por las ideas, la batalla cultural que es la que nos impone la hora, que como todas las batallas, sólo las ganan quienes las libran, no quienes se quedan en casa adorando su bello jardín.

Cuando parece tan claro, es tan evidente, que la palabra otros está incluída en la palabra Nosotros.






GALOPE

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!


Rafael Alberti


jueves, 4 de noviembre de 2010

Preparen las piedras

La lapidación es una forma de morir espantosa. Pero me parece más espantosa la hipocresía de tanta gente que se horroriza por la forma de la pena de muerte, y no por la pena de muerte. Lo paleolítico es la pena de muerte en sí, y lo decente y humano sería condenarla.
Viene a cuento de una señora llamada Sakiné Mohamadi Ashtiani, condenada a muerte en Irán por hacerle los cuernos al marido. La apedrearán en la cabeza (y enterrada hasta la cintura) hasta morir en nombre de leyes medievales (no es un decir) por ser "culpable" de violar leyes del hombre de Cromagnón y juzgada por un tribunal de farsa. Y de que escucho a gente indignada por esto, con toda razón, indignación justificada, pero cuando le planteás salvajadas incluso más atroces, como la crueldad ilimitada del estado terrorista de Israel, ya empiezan a justificar al asesino, que por si fuera poco asesina con métodos incluso peores que la lapidación. Más modernos, con más glamour, eso sí.

Es tan poliédrico este tema que cualquier frase por contundente que digas termina siendo inespecífica, insustancial. Podemos hablar desde la lógica, desde la ética, la estadística, la justicia, el sentido común, y hasta desde la moral.

Es una curiosa postura esta de defender que asesinemos a los asesinos. Lo digo porque parte del principio, un poco difícil de justificar, de que hay muertes buenas y muertes malas. Y que los que asesinan asesinos tienen la verdad, y la autoridad para decidir cuál es buena y cuál mala. Y digo curioso porque cuál sino ésta es la lógica de los terroristas, todos, los de Hezbollah, del estado de Israel, de Al qaeda, del ejército de EEUU, de todos nuestros propios asesinos, y en general de todos los asesinos que sostienen que son ellos quienes tienen autoridad moral para decidir qué muerte es buena y cuál mala. Y es extraño porque a mí sólo me parece venganza.

Lo que digo es que la lógica del que asesina “en nombre de”, es la misma, lo haga en nombre del estado o en nombre de su absoluta verdad. Sea porque lo decidió un juez, el comandante de un grupo armado irregular, el comandante de un ejército regular, o algún líder religioso. Cuando se le arranca la vida a un ser humano desarmado, se lo asesina. Los fanáticos hablan de justicia, es verdad. Los que pretendemos ser racionales, creo que no debemos hacerlo. Un caso diferente, me parece evidente, son las muertes en una guerra, es decir, frente a un enemigo que porta armas –si no hay dos bandos que portan armas no es serio hablar de guerra-, el análisis ahí es muy distinto, por eso no lo incluyo aquí.

Además, gente con sentido común, inteligente, sensible, buena gente, sostiene esto sin pensar en las estadísticas. Las que sostienen que no previene ni la inseguridad ni el delito, sí, pero tampoco la más importante en mi humilde opinión, que es la de el demasiado alto porcentaje de inocentes asesinados por este método cuando lo decide la justicia de los hombres. Entiendo que gente capaz de sostener la infalibilidad del papa, sostenga la infalibilidad del sistema legal, pero no es entendible en gente capaz de razonar. Sinceramente me parece increíble que sostengan sin sonrojarse la posibilidad de que exista la más remota posibilidad de infalibilidad en la justicia de los hombres. Y francamente no sé cómo pueden dormir con esa carga en sus conciencias quienes asesinan asesinos.

No me meto en un tema para el que algunos amigos están más preparados para opinar, pero sospecho que estás enfermedades mentales tendrán algún método de solución aplicable antes de decidir eliminar de la sociedad a estos individuos.

Foucault lo expresaba muy bien: las instituciones con sus artificios ópticos, simples o sofisticados de control social, no hacen otra cosa que mantener encerrados a todos aquellos que perturban al sistema o no son funcionales a él. La pena capital es la máxima expresión de dicho control por parte del poder dominante.

La moral es algo muy subjetivo, es cierto, pero debo decir que mi moral se me antoja más elegante que la de los que asesinan asesinos e incluso otras clases de gentes. La pena de muerte no es ética, no es moral, pero además no es justa, no es lógica, ni útil. Desde un punto de vista puede ser práctica, lo admito, pero en ese mundo no me gusta vivir.





En 2001, Michel Camilo apareció como destacado protagonista en la película dirigida por Fernando Trueba, titulada: "Calle 54" uno de los mejores homenajes cinematográficos a la historia y a la cultura del jazz latino, del que Trueba es un confeso admirador.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

CX36, patria para todos o para nadie

Claro, contundente, revelador, y de imprescindible lectura es, a mí humilde entender, el final del informe de los compañeros de La radio uruguaya CX36 AM1250 de Montevideo, sobre la muerte de Don Nestor Kirchner. Tal y como reza una mítica canción popular argentina: quien quiera oír que oiga.


Recordemos ahora los 100 días del gobierno de Néstor Kirchner.


El Presidente Kirchner a puro vértigo, produjo un aluvión de hechos políticos, en los primeros cien días de gobierno.

Según los propios periodistas argentinos la tradición política generó un mito: que si un nuevo gobierno no toma las medidas más drásticas en los primeros 100 días, luego le será difícil encarar la relación con el resto de los factores de poder. A los 99 días en la Presidencia, dejaba detrás una lista de hechos políticos que marcarán su gestión.

El retorno democrático de 1983 fue aprovechado por Raúl Alfonsín para crear la Conadep y encauzar el juzgamiento de las cúpulas militares. El período de gracia de Carlos Menem, en 1989, le sirvió para imponer por decreto la privatización de ENTel y de Ferrocarriles Argentinos y los primeros 280 indultos.

Fernando de la Rúa intervino el PAMI y prometió convertirlo en una “caja de cristal”, mientras preparaba los primeros ajustes. Eduardo Duhalde buscó calmar la explosiva situación social.

Kirchner asumió el 25 de mayo y decidió abrir varios frentes políticos a la vez. Su “luna de miel” ya terminaba.

Aplausos y acto masivo para Fidel Castro.

Estados Unidos tenía la mirada atenta. Aquí, Fidel Castro triunfó en el aplausómetro de asunción de Kirchner, quien le dedicó una hora de su primer día en la Casa Rosada, en la audiencia más larga de ese 26 de mayo. De inmediato, instruyó al canciller Rafael Bielsa a viajar a Cuba para arreglar los detalles del pleno restablecimiento de relaciones.

Kirchner y Castro acordaron devolver las relaciones bilaterales al nivel de cercanía que tenían antes de la década menemista. Argentina preparaba entonces la reposición del embajador, ya que el último fue retirado hacía dos años, cuando Fidel llamó “lamebotas de los yanquis” a De la Rúa, por condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

Ante Kirchner, Castro se manifestó dispuesto a negociar un plan de pagos para los 1.584 millones de dólares que su país le debe a Argentina.

Antes de irse, Fidel improvisó un discurso de dos horas y media ante más de 5.000 personas que se agolparon frente a las escalinatas de la Facultad de Derecho para escucharlo y aplaudirlo. “Ustedes no saben el servicio que le han prestado a América latina y al mundo al hundir en la fosa del Pacífico al símbolo de la globalización neoliberal”, dijo sobre el final, en una alusión al fin de la era menemista. Y se fue escuchando la enésima ovación que le regalaron los porteños.

Tenso relevo del general Brinzoni y purga en el ejército.

Kirchner dedicó su primer gesto de autoridad al desplazamiento del jefe del Ejército, el general Ricardo Brinzoni. Le molestaron sus contactos con el menemismo y con jueces de la Corte Suprema, que tenían pendiente fallar sobre la validez de las leyes del perdón.

El aviso estaba en el discurso inaugural: “Queremos Fuerzas Armadas comprometidas con el futuro, no con el pasado”. Esa semana se produjo la mayor purga militar desde el regreso de la democracia: 19 generales, 13 almirantes y 12 brigadieres debieron colgar el uniforme.

El ministro de Defensa, José Pampuro, duhaldista de origen, intentó atenuar el impacto de la decisión, pero ni Brinzoni, ni el almirante Joaquín Stella, ni el brigadier Walter Barbero siguieron al frente del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea.

Kirchner eligió como sucesor de Brinzoni al general Roberto Bendini, que le había sido leal en Río Gallegos. A él sí le permitió rescatar a ocho de los generales “desahuciados” para su Estado Mayor.

Kirchner echó a Brinzoni 24 horas antes del Día del Ejército. Brinzoni igual se despidió con tono ácido: “Después de veinte años, la intriga política volvió a entrar a los cuarteles”. Kirchner le terminó de sacar la tarjeta roja: “Analizar las conductas del poder político no es una función que corresponde a un militar”.

Jaque mate a Julio Nazareno de la Corte Suprema.

Fue la primera vez en la historia que un Presidente habló por la cadena nacional para pedir el relevo del titular de la Corte Suprema. Kirchner llevaba 11 días de gestión. Julio Nazareno, cabeza visible de la llamada “mayoría automática” del menemismo en el Tribunal, había amagado con impulsar un fallo redolarizador, que hubiera representado el primer dolor de cabeza jurídico para el flamante Gobierno.

Pero el 4 de junio, en un discurso de alto voltaje político, Kirchner calificó a Nazareno de ser parte de “un pasado que se resiste a conjugar el verbo cambiar, que el futuro demanda”. Había empezado la batalla por modificar la conformación de la Corte. La batalla todavía sigue. Nazareno resistió veintitrés días, casi aislado y depresivo en el Palacio de Justicia, cercado por los embates del Congreso. El 27 de junio renunció. El Gobierno entonces se lanzó por la segunda cabeza de la Corte, la de Eduardo Moliné O “Connor, sobre quien también pesan varios pedidos de juicio político. Carlos Fayt asumió la presidencia del Tribunal hasta diciembre.

En paralelo, el Poder Ejecutivo propuso a Raúl Zaffaroni para ocupar la silla dejada por Nazareno. Zaffaroni, un jurista de prestigio internacional, es resistido por los sectores más conservadores de la Justicia y la sociedad.

Batalla por el PAMI, María Julia, presa

El PAMI definido antiguamente por Kirchner como “un curro patronal y sindical” y por Elisa Carrió como “una asociación ilícita bipartidista” de peronistas y radicales fue el terreno que eligió el Presidente para jaquear a Luis Barrionuevo. El sindicalista venía de resistir los embates de Cristina Kirchner y aliados para desalojarlo del Senado, por la violencia en las primeras elecciones en Catamarca.

El 8 de junio, Kirchner intervino la obra social de los jubilados por 18 vez en sus 32 años de historia. Desarmó el directorio electo durante la administración Duhalde y echó a los hombres que vinculaba a Barrionuevo. “Que Kirchner no se meta, el PAMI no es un coto de caza”, reaccionó el senador, que hasta entonces nunca había reconocido tener intereses en el instituto fundado por Francisco Manrique en 1971.

Los “gordos” de la CGT buscaron una negociación con el Gobierno, pero no obtuvieron prebendas. Igual, Rodolfo Daer tardó 13 días en elevar la renuncia de los dos directores que la central obrera mantenía allí desde la época de Víctor Alderete: Domingo Petrecca y Reynaldo Hermoso, quien fue procesado por haber amenazado con divulgar información “muy peligrosa” si lo echaban.

Sin intervención oficial directa, otro símbolo del menemismo cayó en desgracia en estos 100 días: María Julia Alsogaray, presa desde el 12 de agosto por acumulación de causas por corrupción. Según la denuncia, pagó sobreprecios de hasta el 444 por ciento para arreglar la dependencia a su cargo.

A la ex polifuncionaria del menemismo la aguardaba además una investigación por enriquecimiento ilícito. El Gobierno no quiso opinar públicamente sobre la detención, pero, por lo bajo, celebró.

El Congreso anula las leyes del perdón

A diez días de asumir, Kirchner recibió a las Madres de Plaza de Mayo. Hebe de Bonafini, poco predispuesta a elogiar al poder político, dijo esa vez que las Madres estaban “emocionadas” con el encuentro: “no es igual a todos los anteriores, como habíamos creído”.

El 3 de julio, el Gobierno anunció que iba a derogar el decreto de Fernando de la Rúa que rechazaba la extradición de ex represores. Cuatro días más tarde, en la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, Kirchner les planteó a los militares su rol institucional: les habló de reencuentro, pero sin silencio ni complicidad. Tres semanas después, el juez Rodolfo Canicoba Corral pidió la captura de 46 ex represores que reclamaba España.

El 25 de julio, Kirchner concretó la derogación del decreto de De la Rúa y, a la semana, cargó duro contra las leyes de Obediencia Debida y Punto Final: “Fueron sancionadas bajo la amenaza de un golpe”. También sostuvo que los ex represores debían ser juzgados en la Argentina.

A los tres días, interrumpió una reunión de mandos militares con el ministro de Defensa para dejar en claro que en la política de derechos humanos del Gobierno no había “un ataque contra las Fuerzas Armadas”. El miércoles 20 de agosto, el Senado completó la anulación de las cuestionadas leyes “del perdón”.

Avances en la pelea con el FMI

En su discurso de asunción, Kirchner advirtió: “No se puede volver a pagar deuda a costa del hambre de los argentinos”. Uno de los que tomó nota del párrafo fue el alemán Horst Köhler, titular en aquel entonces del FMI, que visitó el país el 24 de junio y mostró voluntad de negociación.

En esos 100 días, Kirchner y el ministro de Economía Roberto Lavagna, tuvieron que analizar las exigencias de los funcionarios del FMI. Compensación bancaria por la pesificación asimétrica, aumentos tarifarios, una nueva ley de coparticipación federal, eliminación de las retenciones al agro y el impuesto al cheque, superávit de 3,25% del PBI para el año siguiente y 4% para el 2005. Son las condiciones para firmar un acuerdo por tres años, que permita financiar los próximos vencimientos con el organismo.

Como un gesto hacia el Fondo, la Cámara de Diputados aprobaba entonces los cambios a la Carta Orgánica del Banco Central y a la Ley de Entidades Financieras. El presidente aseguró que no usará reservas para pagar los 2.900 millones de dólares que vencen el 9 de setiembre.

AMIA: abren los archivos de la SIDE

Kirchner ordenó por decreto que la SIDE abriera sus archivos, expedientes y sumarios secretos sobre la investigación de inteligencia que hizo sobre el atentado a la AMIA, en un vuelco total con respecto a la posición de los anteriores gobiernos. También relevó del secreto a 14 agentes y funcionarios, en especial al ex titular durante el menemismo, Hugo Anzorreguy, para que declararan en el juicio oral en marcha.

El 30 de junio, y también por decreto, Kirchner ordenó levantar el secreto financiero sobre cuentas de la SIDE entre 1996 y 1997, para determinar si se pagaron 400 mil dólares a Carlos Telleldín, uno de los principales acusados

El 18 de julio, en Pasteur y Viamonte, al recordarse el noveno aniversario del atentado, Kirchner y su mujer fueron ovacionados por la comunidad judía, que comprometió al Presidente a cumplir sus promesas para el esclarecimiento del caso.

Estalla una crisis con Daniel Scioli

El vicepresidente intentó generar un espacio propio dentro del Gobierno, diferenciado de la línea oficial, pero Kirchner lo tomó como un desafío y decidió barrer a todos los funcionarios de la Secretaría de Turismo que respondían a Daniel Scioli.

Fue a las seis de la tarde del 19 de agosto. “Así es la política”, le dijo el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, al socialista Germán Pérez, que antes de la crisis había sido elogiado en un discurso presidencial.

Scioli había anunciado un aumento de tarifas y cuestionó la anulación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final con una frase que irritó al Presidente: “En un país serio, el Congreso no anula sus leyes”. Nunca agradaron a Kirchner las reuniones de Scioli con empresarios que él no atendía. Cuando estalló la crisis, Scioli esperó durante tres horas explicaciones en la antesala del despacho presidencial, pero Kirchner no lo atendió.


A Kirchner en estos cien días le alcanzó el tiempo para salir en los principales diarios del mundo. La tercera semana de julio se reunió con siete líderes europeos, que le prometieron apoyo en la negociación con el FMI.

En Europa se había reunido con siete jefes de Gobierno en seis días. A Tony Blair le señaló que había que retomar las negociaciones por la soberanía de Malvinas. El británico no le contestó. A la semana, su ministro para América latina disparó la respuesta: “Las islas seguirán siendo británicas mientras sus habitantes así lo deseen”.

Kirchner discutió con empresarios españoles y los desafió a asumir los riesgos de invertir en Argentina. Y faltó a la cita con empresarios franceses.

Las apuestas electorales

A falta de estructura propia en el peronismo, el Presidente decidió seguir en campaña permanente, para tejer una red de apoyo. No se ató al verticalismo de su partido: de entrada, apoyó al gobernador misionero Carlos Rovira, cuando el candidato peronista a la sucesión es Ramón Puerta, respaldado por Eduardo Duhalde.

Kirchner arriesgó con el aval a la reelección del jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra, que peleará el ballottage del 14 de setiembre con Mauricio Macri. El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, admitió que esta confluencia tiene cuotas de vértigo para el oficialismo: “Si gana Macri, se empieza a frustrar el nuevo proyecto de país”.
Se puede decir que hoy nuevamente la Argentina se vuelve a enfrentar a una situación dramática trágica. Muchos son los que desde adentro y desde afuera a esta altura ya especulan con las incertidumbres posibles del futuro político del inmenso país.
Fundamentalmente si se tiene en cuenta que se trata de un próximo año electoral. Los dos accidentes sufridos por el Presidente Argentino fueron claras señales de advertencia en su salud deteriorada por el estrés intenso y su carácter personal.
Seguramente se trata de un sistema político bien distinto y diferente al conocido por los uruguayos donde la intensidad y en nivel de los acontecimientos políticos superan cualquier imagen conocida por los uruguayos. Recientemente el asesinato de un joven mercerizado a manos de una “patota sindical” oficialista, señalan que esto lo tenía muy preocupado y amargado al Presidente.
¿Por qué no se hacía un alto en el trajín del ex mandatario, como forma de preservarlo? Probablemente debido a su naturaleza política y en el afán de no mostrar una sola hendija de debilidad.
Ahora se trata de ver como se resuelve toda la interna peronista, quienes asumirán la conducción de su sector político el llamado “kirchnerismo”. Mientras que la propia Presidenta Cristina Fernández le resta una buena parte de su mandato ahora en soledad.
Desde nuestra visión sostenida en otras oportunidades, la pérdida de Kirchner es tan grave para los argentinos, como para los latinoamericanos. En especial para el proceso integrador encabezado por Chávez y compartido por Cuba, Ecuador, y Bolivia. No es cierto lo que señala Mujica en su acostumbrada y despreciable “filosofía de boliche”. La vida continua pero distinta para los latinoamericanos sin el Presidente Kirchner.

Aquellos que no sepan ver y apreciar la diferencia entre un dirigente político de la estatura de Kirchner en la Argentina, y cualquier otro representante del peronismo sin duda se tratará de un ignorante.

Dos procesos políticos cercanos y al unísono se dieron en la región. Por un lado un dirigente obrero, un tornero de izquierda, de buzo y bandera roja, de un partido llamado obrero, asumió el gobierno de un país gigantesco. Lula aparentaba ser de izquierda, y toda America Latina y el mundo esperaban mucho más de él y de sus compañeros de partido. En el otro país más rico y potente del continente la Argentina, asumía el gobierno un empresario propietario de varias estancias y ganado, sobre él existían bien pocas expectativas en relación a los pasos que pudiera dar. Y la vida entonces nos demostró todo lo contrario.

Aquel dirigente obrero, acunado entre los trabajadores y la lucha contra la dictadura fue un fracaso, gobernó para los ricos, terminó envuelto en la corrupción más grande, no hizo nada por los derechos humanos en su país, y el mismo se pasó a la burguesía vistiendo trajes y perfumes del primer mundo.

En cambio este otro del que esperábamos menos, y al que poco y nada se le podía exigir, por carecer de partido, de ideología, de experiencia práctica con las masas y los trabajadores. Pues bien este hombre argentino nos dio una sorpresa.

Fue mucho más lejos que los uruguayos Tabaré Vázquez, y Mujica que ni destituyeron a ningún general de la dictadura, que pagaron al FMI con el hambre de los uruguayos, y que venían precedidos de antecedentes guerrilleros de “patria para todos o para nadie” y que ahora no tienen fuerza ni para echar a un milico que dice estar en contra de anular la ley de impunidad.

LOS ARGENTINOS HAN SUFRIDO UNA GRAN PÉRDIDA POLÍTICA.

Y NOSOTROS HEMOS PERDIDO UN DEFENSOR DE LA INTEGRACIÓN LATINOAMERICANA.




Doña Soledad. candombe.
Letra y música de Alfredo Zitarrosa.


Mire, doña Soledad,
póngase un poco a pensar,
doña Soledad,
cuántas personas habrá
que la conozcan de verdad.
Yo la vi en el almacén
peleando por un vintén,
doña Soledad.
Y otros dicen: "haga el bien,
hágalo sin mirar a quién".

Cuantos vintenes tendrá
sin la generosidad
doña Soledad,
con los que pueda comprar
el pan y el vino nada más.
La carne y la sangre son
de propiedad del patrón,
doña Soledad:
cuando Cristo dijo "¡no!",
usted sabe bien lo que pasó.
Mire, doña Soledad,
yo le converso de más,
doña Soledad,
y usted para conversar
hubiera querido estudiar.
Cierto que quiso querer,
pero no pudo poder,
doña Soledad,
porque antes de ser mujer
ya tuvo que ir a trabajar.

Mire, doña Soledad,
póngase un poco a pensar,
doña Soledad,
qué es lo que quieren decir
con eso de la libertad.
Usted se puede morir
-eso es cuestión de salud-
pero no quiera saber
lo que cuesta un ataúd.

Doña Soledad,
hay que trabajar...,
pero hay que pensar....
no se vaya a morir...,
la van a enterrar...
Doña Soledad...
Doña Soledad...



Los espíritus vulgares no tienen destino

Siempre me ha parecido que el rasgo distintivo de nuestra familia es el recato. Llevamos el pudor a extremos increíbles, tanto en nuestra manera de vestirnos y de comer como en la forma de expresarnos y de subir a los tranvías. Los sobrenombres, por ejemplo, que se adjudican tan desaprensivamente en el barrio de Pacífico, son para nosotros motivo de cuidado, de reflexión y hasta de inquietud. Nos parece que no se puede atribuir un apodo cualquiera a alguien que deberá absorberlo y sufrirlo como un atributo durante toda su vida. Las señoras de la calle Humboldt llaman Toto, Coco o Cacho a sus hijos, y Negra o Beba a las chicas, pero en nuestra familia ese tipo corriente de sobrenombre no existe, y mucho menos otros rebuscados y espamentosos como Chirola, Cachuzo o Matagatos, que abundan por el lado de Paraguay y Godoy Cruz. Como ejemplo del cuidado que tenemos en estas cosas bastará citar el caso de mi tía segunda. Visiblemente dotada de un trasero de imponentes dimensiones, jamás nos hubiéramos permitido ceder a la fácil tentación de los sobrenombres habituales; así, en vez de darle el apodo brutal de Anfora Etrusca, estuvimos de acuerdo en el más decente y familiar de la Culona. Siempre procedemos con el mismo tacto, aunque nos ocurre tener que luchar con los vecinos y amigos que insisten en los motes tradicionales. A mi primo segundo el menor, marcadamente cabezón, le rehusamos siempre el sobrenombre de Atlas que le habían puesto en la parrilla de la esquina, y preferimos el infinitamente más delicado de Cucuzza. Y así siempre.

Quisiera aclarar que estas cosas no las hacemos por diferenciarnos del resto del barrio. Tan sólo desearíamos modificar, gradualmente y sin vejar los sentimientos de nadie, las rutinas y las tradiciones. No nos gusta la vulgaridad en ninguna de sus formas, y basta que alguno de nosotros oiga en la cantina frases como «Fue un partido de trámite violento», o: «Los remates de Faggiolli se caracterizaron por un notable trabajo de infiltración preliminar del eje medio», para que inmediatamente dejemos constancia de las formas más castizas y aconsejables en la emergencia, es decir: «Hubo una de patadas que te la debo», o: «Primero los arrollamos y después fue la goleada». La gente nos mira con sorpresa, pero nunca falta alguno que recoja la lección escondida en estas frases delicadas. Mi tío el mayor, que lee a los escritores argentinos, dice que con muchos de ellos se podría hacer algo parecido, pero nunca nos ha explicado en detalle. Una lástima.

(Etiquetas y prelaciones, Julio Cortazar)




“(…) Han desarrollado un sistema que, aunque perfectamente coherente con sus otras convenciones, es diametralmente opuesto a las nuestras, especialmente respecto del modo en que nosotros valoramos el oro. De acuerdo con este sistema los platos, cubiertos, vasos y vasijas, si bien diseñados bellamente, están hechos de materiales baratos como vidrio o arcilla, y la plata y el oro son los materiales habituales, tanto en las casas privadas como en los comedores comunes, para los más humildes objetos del equipamiento doméstico, tales como los orinales. También usan cadenas y grilletes de oro sólido para inmovilizar a los esclavos, y si alguien comete un crimen verdaderamente escandaloso es forzado a llevar anillos de oro en sus orejas y dedos, un pesado collar de oro alrededor de su cuello y una corona de oro sobre su cabeza. Ellos hacen, así, todo lo que pueden para no considerar a estos metales sino con desprecio. De tal modo, si de pronto tuviesen que desprenderse de todo el oro y plata que poseen -lo que en cualquier otro país sería concebido como una tortura- a nadie en Utopía le importaría un bledo.
Muy similar es lo que ocurre con las joyas. Hay perlas que pueden ser halladas en las playas, diamantes y rubíes en ciertos tipos de rocas, pero ellos nunca los buscan. Cuando por azar los encuentran, los tallan y los pulen para que los usen los niños, quienes, al principio, están terriblemente orgullosos de tal alhalajería, hasta que tienen edad suficiente para comprender que ella sólo es propia de la guardería infantil. Entonces, sin ninguna sugerencia de sus adultos, sino sólo por vergüenza, abandonan esos adornos y bagatelas, tal como nuestros niños dejan de lado cosas como muñecas, amuletos y juguetes. Estas curiosas convenciones pueden causar reacciones igualmente curiosas, tal como tuve ocasión de percibir en el caso de los embajadores anemolianos.
Estos diplomáticos visitaron Aircastle mientras yo estaba allí y, como venían a discutir asuntos de gran importancia, cada ciudad envió a los miembros del Parlamento para recibirlos. Ahora, todos los embajadores extranjeros que habían llegado antes lo habían hecho desde lugares cercanos del otro lado del canal y estaban bastante familiarizados con las ideas utopianas. Sabían que Utopía era un país donde los ropajes lujosos no eran admirados, la seda era despreciada, y el “oro” era una palabra sucia; por lo tanto, se vestían para la ocasión tan simplemente como podían. Pero estos anemolianos vivían demasiado lejos para haber tenido contacto con los utopianos. todo lo que ellos sabían era que todo el mundo en Utopía vestía el mismo tipo de ropas, bastante rústicas, presumiblemente porque no tendrían nada mejor Así, adoptaron una política más arrogante que prudente y decidieron arribar como si fuesen ellos auténticos dioses, arropados con el esplendor de sus atavíos para deslumbrar a los pobres utopianos con su magnificencia.
Cuando la delegación llegó consistía de sólo tres hombres, pero escoltados por un centenar de servidores, todos usando ropajes multicolores, la mayoría hechos de seda. Las ropas de embajadores -que eran importantes señores en su propio país- estaban confeccionadas con hilos de oro, y llevaban además alrededor de sus cuellos grandes cadenas de oro, y pendientes de oro en sus orejas, y anillos de oro en sus dedos. Sus sombreros relucían, ciertamente, de perlas y piedras preciosas. De hecho estaban totalmente adornados con todas las cosas usadas en Utopía para castigar a los esclavos, humillar a los criminales o entretener a los niños pequeños.
Bueno, yo no hubiera querido perderme eso por nada. Los tres caballeros estaban terriblemente regocijados consigo mismos al comparar su propia apariencia con la de los habitantes locales, pues por supuesto las calles estaban repletas de gente ante la que se exhibían orgullosamente. Y era gracioso ver que el efecto que producían no podía ser para ellos más inesperado y decepcionante. Para el punto de vista utopiano, excepto para los muy pocos ciudadanos que habían tenido ocasión de viajar a otros paises, todo ese esplendor era meramente degradante. Entonces reservaban sus más reverentes saludos para los menos distinguidos miembros de la comitiva, tomandolos por señores, e ignoraban completamente a los diplomáticos mismos, asumiendo por sus cadenas de oro que debía tratarse de esclavos. Pero deberías haber visto las caras de los niños más grandes, que ya habían abandonado las joyas y perlas de su primera infancia, cuando vieron unas similares en los adornados sombreros. Daban codazos a sus madres y susurraban: “¡Madre, mira a ese grandulón! ¡Usa perlas y joyas todavía a su edad!”. A lo que a madre, muy seriamente, replicaba: “¡Silencio, querido! Imagino que debe ser un bufón traido por los embajadores”.
Pero cuando permanecieron allí un día o dos, los anemolianos empezaron a entender la situación (…) Así dejaron de pavonearse y, sintiendose avergonzados, abandonaron todos aquellos ornamentos de los que habían estado tan orgullosos, especialmente después de que unos pocos utopianos amigablemente les informaran de sus costumbres. Les explicaron, por ejemplo, que no podían comprender cómo alguien podría estar fascinado con el dudoso fulgor de un pedacito de piedra cuando tiene todas las estrellas del cielo para mirar, o cómo alguien podría ser tan tonto para creerse mejor que otras personas sólo porque sus ropas están hechas de un hilo de lana más fino que las de ellos. Que tampoco pueden entender por qué una sustancia por entero inútil como el oro debería ahora, en todo el mundo, ser considerada más importante que los seres humanos, que le dieron el valor que tiene sólo para su propia conveniencia.
El resultado es que un hombre que cuenta con más o menos la misma agilidad mental que un trozo de plomo o un madero, un hombre cuya absoluta estupidez se compara sólo con su inmoralidad, puede tener cantidades de personas buenas e inteligentes a su servicio sólo porque da la casualidad de que posee una gran cantidad de monedas de oro. Y si por algún inesperado giro de la suerte o alguna triquiñuela legal -dos métodos igualmente efectivos para trastocar las cosas- esas monedas se transfirieron súbitamente a su sirviente más inútil, veríamos sin demora a su dueño actual trotar tras su dinero, como si fuera un anexo de ese metálico, y convertirse en el criado de su propio sirviente. Pero lo que intriga y asquea a los utopianos aún más es la tonta manera que tienen algunas personas de venerar, prácticamente, al hombre rico, no porque le adeuden dinero o se encuentren bajo su poder sino sólo porque es rico..”

(Utopía, Tomás Moro)




Patricio Rey y Sus Redonditos De Ricota
Un Poco De Amor Frances


Una tipa rapaz
(como te gusta a voz)
esa tipa vino a consolarte
un poco de amor francés
no muerde su lengua, no
(no es sincera, pero te gusta oírla...)
es una linda ración
con un defecto (con uno o dos)
Y es un cóctel que no se mezcla solo.

Quiere, si quiere más
(ya no la engatuzás)
es una copa de lo mejor
cuando se ríe.

El lujo es vulgaridad
dijo y me conquistó
(de esa miel no comen las hormigas).