domingo, 5 de diciembre de 2010

De identidades, fábulas, anécdotas y realidades (nada personal)

Me parece simpático, y revelador, como nos quedamos de una película de 90' con 4 ó 5 fotogramas que nos permiten hacer una lectura que más o menos encaje con nuestra visión. Incluso cuando esa lectura es algo forzada, cuando requiere imaginación. No sólo cuando de política hablamos, ciertamente. Pero el tema es ahora la política.

Últimamente sucede mucho menos, debo decirlo, pero aún así es muy cristalino como algunos amigos que detestan a la atroz dictadura totalitaria de los malignos hombres K abusan de las miradas sesgadas. A veces me parece que la cerradura es cada día menos translúcida. Pareciera que si la película nos agobia con una trama que no es como esperamos, nos escondemos detrás de nuestras fábulas, de nuestras sesgadas interpretaciones de lo que realmente representa la historia, o de lo que en verdad quiso decir el director, y de si su historia condena o no a los actores. Pero nos olvidamos de lo que nos convoca, que es la película misma.

También debo decir que me parece interesante el hecho de que ésta es la segunda etapa política de nuestro país -que yo tenga memoria- que tiene al grueso de los intelectuales y de los artistas con una mirada muy próxima al oficialismo. La anterior fue en el inicio de la gestión al frente del gobierno de Don Raúl Alfonsín. Un par de años después la realidad demostró que ése no era el camino. Ahora, en cambio, dato ya de por sí revelador, es al final del segundo mandato de la atroz dictadura totalitaria de los malignos hombres K.

Entre mis amigos/parientes hay de todo: amor, odio y distintos grados de indiferencia y de aceptación respecto de quien conduce los destinos de nuestra patria. Pero los relatos de la vida cotidiana de todos y cada uno, de sus realidades económicas personales, coinciden claramente con los números que los diarios económicos internacionales, el Banco Mundial, las Naciones Unidas, y otras fuentes de diferentes niveles de credibilidad y prestigio me informan. También hablan muy bien de mi entorno personal y familiar, debo decirlo; hay de todo, claro, pero básicamente es gente honesta que no miente sobre su realidad para ajustarla a la realidad que cree existe extramuros.
Supongo que lo que leí esta semana en un periódico español tendrá que ver con esos datos: de los 110.000 españoles que se fueron desde que estalló la crisis, 33.000 eligieron como destino la Argentina. También he leído en el periódico más prestigioso de Galicia, que el 40% de los 29.000 gallegos que emigraron desde el inicio de la crisis eligieron Argentina. Y es una emigración cualificada, hablamos de gente con formación. Y si sumo eso a que además el 84% de los argentinos que emigraron a España volvieron, parece que son muchos los que desde otros lugares, con otros contextos mediáticos, con diferentes accesos a la información, de la buena y de la mala, entienden los mismos números con claridad.

Cuando era un pibe sólo me servía la perfección, y no me conformaba con menos que con la revolución. Ahora, quizá debido a que la edad me nubla la capacidad de desear, me conformo con que objetivamente la cosa vaya mejorando. Y que eso sucede es evidente para cualquiera. Incluso para las Naciones Unidas y para el Banco Mundial. Sé que no son fuentes válidas para algunos. Ya harán cerraduras más amplias.

Insisto con lo que reclamo una y otra vez: datos no adjetivos, hechos no fábulas o anécdotas. Sé que es una ventaja ni amar ni odiar a nadie, así es más fácil analizar hechos y datos, y no mezclar. A mí lo actores políticos me dan igual. No me interesan, no me interesa el gobierno, y no me interesa la oposición. Nunca estuve cerca ideológicamente de ninguno de ellos, pero tengo la capacidad, quizá la amplitud, de acercarme a uno o a otro con un sentido táctico. Lo que sí me interesan son los hechos y los datos estadísticos. Y la claridad y la contundencia de los números contrasta con lo que una vez más se confirma: sólo sabemos atacar blandiendo letras en función adjetiva, quizá en un desesperado intento de tapar el Sol con las manos. Así los empíricos, los que analizamos a partir de la realidad, no modificamos nuestra percepción, más bien la reafirmamos.

Los políticos argentinos son todos un desastre, puedo adherir a esa declamación. Pero no es casualidad, estos vienen de nosotros mismos: no son marcianos que depositó una nave espacial. Debo confesar que no hay ni uno que me de alegría votarlo, salvo Jorge Rivas. En el gobierno hay políticos tranceros y corruptos, sí, evidentemente. Pero en la oposición todavía mucho más; y cualquiera de los que nos pueda, muy hipotéticamente claro, llegar a gobernar, tanto o más. Y no son sólo sospechas, lo han demostrado, todos. Son impresentables, todos. Todos ellos son los mismos que siempre estuvieron, porque no se ha ido ninguno. Pero debe quedar claro que fue la sociedad argentina, fuimos nosotros como pueblo quienes demostramos ser incapaces de generar una nueva dirigencia política que supere la funesta que padecemos. Es nuestra triste realidad.

Dicho esto, vayamos a los hechos, los números de la economía real, que es lo que me importa -a mí-:
En el 2001 la pobreza estaba en el orden del 44% y la indigencia en el 14%, según datos de las Naciones Unidas. La Cepal, organismo dependiente de la ONU, acaba de informar que a fines del 2009 la pobreza era del 11,3% y la indigencia del 3,1%. Es razonable pensar que con un año de AUH haya mejorado ese índice aún más a fines del 2010. Es interesante también como dato que no parece anecdótico, que las Naciones Unidas mediante las FAO -la organización de las Naciones Unidas para la agricultura y la alimentación que conduce las actividades internacionales encaminadas a erradicar el hambre- ha distinguido a la presidenta Cristina Fernández con la medalla Ceres, sumándola a una lista en la que se encuentran La Madre Teresa, Michelle Bachelete, Indira Gandhi o la Reina Sofía.
A principios de 2003, lo recordamos todos perfectamente, había más del 24% de desocupación, hoy menos del 8%. Abro Clarín clasificados y no puedo menos que asombrarme de la demanda que hay.
En los diarios económicos españoles he leído que, según el Banco Mundial, Argentina es desde 2009 el país con PBI per cápita más alto de la región. También en estos periódicos económicos los analistas estiman que dada la solidez del crecimiento del país, muy superior a quienes están disputando este privilegio, Chile y México, consolidará esta situación.
Hay mucho más. Muchos más datos, como la política de desendeudamiento, por la que están sorprendidos todos, incluido yo, que daban a Argentina por muerta, definitivamente aplastada por el peso de la deuda externa. La mejora innegable de la situación de los jubilados desde la catacumbas en donde quedaron con el PJ de Menem y la UCR de De La Rua y cía. La política de acumulación de reservas, y la solidez que esto le genera a la economía. La promoción de la industria, lenta pero consistente. El plan raíces, que es una gran declaración de intenciones. La integración económica regional. Que en el 2003 el peso de la deuda representara un 6% del presupuesto y la educación un 2%, y hoy se hayan invertido esos parámetros. Los niveles de inversión en términos del PBI registran máximos históricos, y este es un dato tan relevante como revelador. Y un largo etcétera. Alguien llegó a decirme en un debate sobre esto, a modo de defensa de su posición contraria a la mía, que lo único que funciona bien en Argentina es la economía. Casi nada.

Hay problemas, sí claro, claro que los hay.
Inflación: no es grave, pero es real, y recién ahora el gobierno se desenreda de la política y acepta la realidad, algo que debió haber hecho antes. La inseguridad es un problema, qué duda cabe. En Argentina, en EEUU, en Europa y en la mayoría de nuestros países insertados, qué remedio, en el mágico mundo capitalista. De eso le habla Sarkozy a su electorado cuando le dan ataques fascistas. A eso se refieren Rajoy y Berlusconi cuando aplauden a su amigo dándole la razón. Y es inversamente proporcional a la inclusión y el nivel de distribución del ingreso sumado al nivel de protección social que los estados son capaces de proporcionar. Basta un rápido análisis de los números globales de diversos países para comprenderlo. Esto lo sabe todo el mundo. Algunos están obligados. La década del '90 nos dejó un país marginalizado, los números objetivos indican mejoras, claras pero insuficientes -tasa de homicidios, como se mide en el resto del mundo-. Por lo que debemos decir que es un tema que hay que tomárselo más en serio, de parte del gobierno, son quienes tienen la responsabilidad, pero también de parte de la oposición que lo banaliza simplificándolo. Estamos muy lejos del terror, es verdad, pero también muy lejos del paraíso, y hay que aspirar al paraíso.
Aunque pueda resultar paradójico, entre los datos positivos hay datos que aún son claramente insuficientes, ya que si bien es cierto que la pobreza y la indigencia se ha reducido claramente, aún duele, y mucho, y exige aún más esfuerzos inclusivos. No equivale esto a decir que no se está haciendo, lo que digo es que hay que hacer más. Y la tasa de desocupación que ha bajado dramáticamente, cuando en el mundo desarrollado ha aumentado con el mismo dramatismo, debe bajar aún más para poder mejorar el poder adquisitivo de los salarios. Falta, por cierto siempre falta, pero lo que hay que tener claro es el camino: de dónde venimos, dónde estamos, y cuál de los posibles bifurcaciones que tenemos frente a nosotros nos conduce donde en verdad queremos.
Se preguntó usted, lector, dónde quiere llegar, y qué cosas faltan para eso.

Pero también hay otro problema, en mi opinión muy importante, que muy pocos mencionan en la prensa argentina, y que es el esquema tributario. Argentina en el 2002 recaudaba menos del 18% del PBI. Ahora recauda casi el 27%. Pero esto, además de ser claramente insuficiente -aunque hay que reconocer que mejoró-, está basado en un esquema aún regresivo. No hemos casi modificado el paradigma de la década neoliberal, la segunda y más infame de las décadas, y la recaudación, que es aún escasa, se basa en los sectores de menores recursos vía impuestos al consumo y ganancias. Los sectores que más ganan aún siguen eludiendo y evadiendo ante la escasa eficacia en el tema de quienes nos gobiernan, pero sobre todo ante la alegría de una parte de la población que insólitamente parece defender los intereses de estos sectores concentrados de la economía.

Ahora, hay que decir que este gobierno es el responsable de lo bueno y de lo malo. Digo esto porque no me imagino a ninguno de los impresentables de la oposición llevando adelante estas políticas, las que han logrado estas innegables mejoras en nuestra realidad durante estos últimos 7 -siete- años, básicamente porque las cuestionan, sin más. Y no me imagino a ninguno de esos hombre y mujeres solucionando los problemas, los graves, los menos graves, y los banales, que aún hay, porque sólo los escucho declamar. Casi ninguno propone cosas concretas, y esas escasas propuestas, cuando las hay, suelen ser contradictorias entre sí. Y no sólo, también con los discursos de quienes las apoyan. Y evidentemente, nadie en esta oposición plantea ni se toma en serio el tema tributario, que para mí es central. Es más, incluso he escuchado a insensatos diciendo que en Argentina el estado agobia con los impuestos, que sobran recursos, negando neciamente los datos objetivos, ya que aún debería crecer la recaudación un 33% más para igualar a Brasil, por no hablar de países desarrollados.

Entonces es también evidente que en lo que falta, debemos incluir mejorar en educación, en salud, en justicia, en infraestructuras. Pero es imposible que un país que sólo recauda un 27% pueda mejorar mucho más de lo que lo está haciendo en los servicios básicos. Quien diga que estamos bien miente, o niega la realidad. Pero también mienten infamemente quienes critican esta realidad, livianamente, no diciendo por qué sucede. Por eso tenemos los políticos nefastos que tenemos. Por eso tenemos la sucesión inagotable de gobiernos malos, regulares y gobiernos malísimos. De los que eligió el pueblo con el poder del voto, entonces democráticos, y de los otros, los nefastos y aún mucho más corruptos, elegidos por los otros, los que tienen el poder del dinero. Porque como sociedad nos quedamos en los detalles, en la queja, y nunca vamos al fondo. Y debemos tener claro que es materialmente imposible tener los servicios públicos y las políticas sociales que hay en los países desarrollados sin el esquema tributario de estos. No es serio, es más, es perverso, decir que funciona mal la educación, la salud, la justicia, y no decir que Brasil recauda el 36% del PIB, que España el 42%, que Francia y Alemania el 45%, que el paraíso del capitalismo que es Suecia más del 50% del PBI, y nosotros, incluso luego de mejorar, como lo hemos hecho, en un 50% en los últimos 7 años, aún estamos en un pobre 27%.

Seamos serios, por nuestro propio bien no hagamos politiquería, que ya bastante con los políticos berretas que tenemos. Con chicanas baratas es imposible entender cómo y por qué, algo que es muy necesario para poder elegir bien nuestro camino hacia el futuro, para no actuar neciamente.
¿O acaso creemos estar en condiciones objetivas de volver a perder otra oportunidad?


La foto que ilustra la entrada es una gentileza del fotógrafo entrerriano Gustavo Germán Cabral






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