martes, 19 de abril de 2011

Compañeros de ruta

Truman Capote, que con su libro "A sangre fría" halló el punto en el cual periodismo y literatura pueden encontrarse y generar una obra de arte, dijo alguna vez: "No se puede tener demasiados amigos porque entonces no serías realmente amigo de ninguno".
Una reflexión vigente hoy, cuando la palabra amigo es una y otra vez desvirtuada. "Mengano te invita a ser su amigo en la red social X", nos dice un mensaje en nuestro correo electrónico.
"Te agregué a mi lista de amigos en la red Z", nos anuncia Fulanita en otro mensaje. No sabemos quiénes son Mengano y Fulanita.
Pero la palabra amigo ya se desvirtuó dos veces. Luego ellos dirán que tienen quinientos, mil o diez mil amigos en Facebook, My Space, Twitter o la red virtual que fuere.
Vi en televisión, en Barcelona, cómo la campeona española de contactos en redes virtuales se ufanaba de contar con diez mil amigos.
Y escuché cómo ella misma decía que el día de su cumpleaños no había tenido realmente a quién invitar.

La amistad es un vínculo que se teje en el tiempo y en el espacio real.
Se hila con experiencias compartidas (tristes y alegres, fáciles y difíciles), con actos que generan confianza, con presencia, con paciencia, con escucha..
Una persona muy popular puede tener muchos conocidos, alguien sociable puede estar colmado de contactos.
Pero un amigo es otra cosa... una obra de artesanía.
No se fabrican en serie.

Quien mantiene un vínculo por interés, por cálculo, por conveniencia o porque eso lo acerca a alguna forma de poder, no crea ni sostiene una amistad, sino simplemente... una transacción.
La amistad, acaso como ningún otro, es un vínculo de paridad, que trasciende en su misma existencia, sin necesidad de plantearse propósitos ni metas.
Quizá se trate de la forma más desinteresada del amor.

Por este mismo motivo, como en ningún otro vínculo, la reciprocidad es esencial.
El enamoramiento, por ejemplo, suele ser ciego y dejarnos atados, con la soga de nuestra ilusión vana, a quien no nos corresponde.
En la amistad, la ausencia de reciprocidad anuncia el fin de la relación.

Decía Aristóteles que sólo cuando se basa en la virtud, y no en la utilidad, la amistad merece ese nombre.
"El amigo es quien me abre la puerta que deseo abrir, es a veces el sabio que me dice la verdad que me serena y me da paz", dice el pensador italiano Francesco Alberoni en La amistad,un hermoso y profundo ensayo sobre el tema.

Con un amigo, reflexiona Alberoni, llegamos juntos a los mismos lugares desde puntos de vista diferentes. “La amistad, insiste, se vive siempre en tiempo presente.”

Dos amigos que se reencuentran tras muchos años siguen la conversación con fluidez, no tienen deudas pendientes con el pasado, no están juntos para construir un mañana.
Simplemente, comparten un tiempo continuo.
No tratan de modificarse el uno al otro, no se ponen plazos, no se angustian por el futuro de su relación. Se aceptan y se quieren.

El amigo es siempre un testigo que está de nuestra parte.
Y en una vida plagada de desencuentros y zancadillas, esto tiene un valor inapreciable y sanador.

"La sociedad moderna, escribe Alberoni, transforma las virtudes en prestaciones y los ideales en servicios".
Por eso, en estos tiempos, tantas veces se padece de soledades colectivas y el alma de muchas personas atiborradas de "contactos", "relaciones" y "conocidos“... es un alma solitaria.

No se honra la amistad desde el egoísmo; se la seca cuando se carece de empatía; no se puede acceder a ella desde la manipulación.
Confianza, compromiso, honestidad y justicia son requisitos ineludibles en su vivencia.

Mientras los seres humanos tengan necesidad de amor, de valorar, de ser valorados, habrá espacio y tiempo para la amistad, para respetarla y dignificarla.
Y cada amigo fue, es y será... una joya única.


(Sergio Sinay)


Todos tenemos nuestras estrategias frente al nuevo mundo de las redes sociales. En general no difieren mucho de las que usamos en lo que mal llamamos la vida real. Nos planteamos búsquedas, o esperas, audacias o temores. Y el modo en que nombramos las relaciones que allí establecemos es posiblemente decisivo, quizá marque nuestro rumbo y destino en ellas, porque usualmente nos ancla, nos condiciona el nombre que ponemos.
Yo prefiero usar "compañeros de ruta" para denominar a quienes me acompañan en ese viaje compartido de las redes sociales. Aunque es verdad que algunos funcionan más como un contacto, sin más. Sin embargo, afortunadamente, algunos funcionan como amigos, a quienes vamos a buscar para compartirnos: el tiempo, las tristezas, las alegrías, las convicciones y los temores.
Por esto es que termino usando "amigo del alma", o mejor: hermano, para aquellos con los que "nos elegimos". De todos modos, no hay que tenerle miedo a plantearse que en las redes sociales la amistad, quizá, este pariendo nuevos y no peores o mejores modos de amistad.

Desde mi punto de vista, estas redes ocupan un espacio en el que su cometido es que podamos pensar en voz alta, como si estuviéramos en un bar, o en una plaza, o en un club de barrio. Y así intentar conversar con quienes casualmente, o no, allí nos encontramos; de música, política, cine, literatura, economía, fútbol, de la vida y sus urgencias, de nuestros deseos. Para intentar entender, en nuestra humana búsqueda de la comprensión del qué, del cómo, del por qué, del para qué. Y al final aflora el sentimiento de afinidad, o de pertenencia, o el cariño sin más pese a la cabeza, o gracias a ella. O no, pero aún así vale la pena la comunicación, porque nos permite crecer, parándonos sobre los hombros de nuestros compañeros de ruta como si de atalayas se tratara.

Al cabo, como en todo en esta vida, nos moviliza el temor a la soledad.





La luna

Hay tanta soledad en ese oro.
La luna de las noches no es la luna
que vio el primer Adán. Los largos siglos
de la vigilia humana la han colmado
de antiguo llanto. Mírala. Es tu espejo.

Jorge Luis Borges


lunes, 18 de abril de 2011

Nos subimos al tren

He leído una nota de Pablo Sirvén en La Nación, que se las recomiendo, porque describe la realidad de los que no piensan votar a CFK con una claridad, y una dureza, digna de elogio (teniendo en cuenta quién la escribe, y dónde). No es un entusiasta y elogioso relato, es más bien un resignado relato de la realidad. O quizá una advertencia. Luego me encontré con esta otra también interesante en La Política OnLine, que no está escrita con resignación como la de Pablo Sirvén, pero también te deja claro porqué es muy duro estar en la piel de quien detesta al gobierno. Y finalmente una nota de Mario Wainfeld en Página/12, que de alguna manera le responde a Sirvén su mirada algo maniquea, aunque bien leída también le da la razón en su análisis.

Lo positivo, y destacable, es que si gana Cristina Fernández en Octubre (algo deseable al menos para mí), será primero porque la sociedad ha decidido que es el mejor camino a seguir (mejorable, es verdad, pero sigue siendo el mejor), antes, aunque además, de saber que del otro lado (lamentablemente, y es algo que, por cierto, a mí me preocupa profundamente) no hay nada.
Y me parece a mí que es muy interesante que esto se de con dos condimentos muy relevantes, que en los análisis que leo habitualmente (incluido este de Sirvén, que me interesó fundamentalmente por quién lo escribió y dónde) no se destacan lo suficiente, que son: se da pese a la beligerante oposición mediática (alguna vez motivada por razones entendibles y atendibles, pero en lo general groseramente improcedentes) y al final del segundo mandato de la opción política. Y me parece muy relevante que se haya asentado en la opinión de la sociedad, en amplios sectores de la sociedad, al final del segundo mandato y pese a la sistemática prédica en contra de la gestión de gobierno de los principales medios de comunicación. Y esto es no sólo algo muy interesante, es además francamente novedoso.

Y hay un tercer elemento, que no se ha dicho lo suficiente, y a mí me parece muy destacable, y es que esta es la segunda vez, al menos que yo recuerde, que un gobierno en nuestra patria recibe la adhesión mayoritaria de lo que podemos denominar la intelectualidad, es decir, los artistas (músicos, dramaturgos, etc), científicos, intelectuales. Esto ya se dio en el inicio de la gestión de Don Raúl Alfonsín, pero esta vez, a diferencia de la anterior que cito, se da, justamente, al final del segundo mandato, lo que me parece un dato muy relevante.

Y podemos agregar un cuarto elemento, o acontecimiento fuerte: hay una juventud que parece despierta a la política. No hablamos solamente de la juventud de la Cámpora, sino, una que excede este grupo militante. Hay una interesantísima renovación, una participación de amplios sectores de la juventud que afortunadamente volvieron a sentir como propia la política; algo que de cara al futuro, era muy necesario.



La imagen que ilustra esta entrada es un viñeta del genial artista gráfico español "El Roto".





miércoles, 13 de abril de 2011

Privados de opinión

‎ "A veces se confunde la 'libertad de expresión' con 'la libertad de presión';
o se la reduce a la voluntad de grupos de empresarios que deciden qué noticias existen y qué noticias no existen.

Entonces lo principal para abrir un espacio nuevo que sea de veras una respuesta democrática a ese totalitarismo que confunde la comunicación con un negocio (cuando la comunicación es en realidad un derecho humano, no un negocio) lo más importante es que esos espacios nuevos sean de veras abiertos, que no sean "Miedos de comunicación" sino Medios de Comunicación, donde se escuchen voces diversas, donde haya plena libertad para que la comunicación sea Comunicación DE VERDAD".
(Eduardo Galeano)


La libertad de prensa, o la libertad de expresión, no conviene confundirla con la libertad de las empresas que se dedican entre otras cosas al negocio de la información.

Si la libertad de prensa, y la libertad de expresión, queda en manos de estos hombres de negocios, sólo serán escuchadas las voces que amparan su negocio, y ninguna de las que lo ponen en riesgo...





martes, 12 de abril de 2011

La confusión de la infamia y la muerte

Les tocó en suerte una época extraña. El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos.

Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras. López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer El Quijote.

El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte. Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.

El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.



"Juan López y John Ward", de Jorge Luis Borges.




Nunca tendré claro los motivos, seguramente pensados en primera persona, de los hijos de re-mil puta que se inventaron una guerra tan inútil, pero lo que es cierto, es que hasta el 1 de abril del '82 las islas estaban casi dentro de Argentina, pero desde ese 2 de abril, se han alejado miles de kilómetros.
Aún así, todo mi aguante a los pibes que allá estuvieron, los que volvieron y los que se quedaron, entre los que por suerte, y por escasos milímetros, yo no estuve...





lunes, 11 de abril de 2011

Las calles de Buenos Aires

Olorosa como un mate curado
la noche acerca agrestes lejanías
y despeja las calles
que acompañan mi soledad,
hechas de vago miedo y de largas líneas.
La brisa trae corazonadas de campo,
dulzura de las quintas, memorias de los álamos,
que harán temblar bajo rigideces de asfalto
la detenida tierra viva
que oprime el peso de las casas.
En vano la furtiva noche felina
inquieta los balcones cerrados
que en la tarde mostraron
la notoria esperanza de las niñas.
También está el silencio en los zaguanes.
En la cóncava sombra
vierten un tiempo vasto y generoso
los relojes de la medianoche magnífica,
un tiempo caudaloso
donde todo soñar halla cabida,
tiempo de anchura de alma, distinto
de los avaros términos que miden
las tareas del día.
Yo soy el único espectador de esta calle;
si dejara de verla se moriría.
(Advierto un largo paredón erizado
de una agresión de aristas
y un farol amarillo que aventura
su indecisión de luz.
También advierto estrellas vacilantes.)
Grandiosa y viva
como el plumaje oscuro de un Ángel
cuyas alas tapan el día,
la noche pierde las mediocres calles.



Caminata, de Jorge Luis Borges.





Siempre se vuelve a Buenos Aires
(Astor Piazzolla - Eladia Blázquez)

Esta ciudad está embrujada, sin saber...
por el hechizo cautivante de volver.
No sé si para bien, no sé si para mal,
volver tiene la magia de un ritual.
Yo soy de aquí, de otro lugar no puedo ser...
¡Me reconozco en la costumbre de volver!
A reencontrarme en mí, a valorar después,
las cosas que perdí... ¡La vida que se fue!

Llegué y casi estoy, a punto de partir...
Sintiendo que me voy, y no me quiero ir.
Doblé la esquina de mi misma, para comprender,
¡que nadie escapa al fatalismo de su propio ser!
Y estoy pisando las baldosas,
¡floreciéndome las rosas por volver...!

Esta ciudad no se si existe, si es así...
¡O algún poeta la ha inventado para mí!
Es como una mujer, profética y fatal
¡pidiendo el sacrificio hasta el final!
Pero también tiene otra voz, tiene otra piel;
y el gesto abierto de la mesa de café...
El sentimiento en flor, la mano fraternal
y el rostro del amor en cada umbral.

Ya sé que no es casual, haber nacido aquí
y ser un poco asi... triste y sentimental.
Ya sé que no es casual, que un fueye por los dos,
nos cante el funeral para decir... ¡Adiós!
Decirte adiós a vos... ya ves, no puede ser.
Si siempre y siempre sos, ¡una razón para volver!

Siempre se vuelve a Buenos Aires, a buscar
esa manera melancólica de amar...
Lo sabe sólo aquel que tuvo que vivir
enfermo de nostalgia... ¡Casi a punto de morir!...