viernes, 29 de junio de 2012

A contraluz de mis sueños y tus silencios

Codiciada, prohibida,
cercana estás, a un paso, hechicera.
Te ofreces con los ojos al que pasa,
al que te mira, madura, derramante,
al que pide tu cuerpo como una tumba.

Joven maligna, virgen,
encendida, cerrada,
te estoy viendo y amando,
tu sangre alborotada,
tu cabeza girando y ascendiendo,
tu cuerpo horizontal sobre las uvas y el humo.

Eres perfecta, deseada.
Te amo a ti y a tu madre cuando estáis juntas.
Ella es hermosa todavía y tiene
lo que tú no sabes.
No sé a quién prefiero
cuando te arregla el vestido
y te suelta para que busques el amor.


de Jaime Sabines.


Nada fue como dicen.
Yo descubrí mi cuerpo mojado en la maleza
y lo empecé a palpar.
Era mi cuerpo solo el que se hinchaba
inflamada mi vela.

No supe qué corría por mi vientre
trepaba hasta mi pecho
enceguecía.
Tuve miedo y grité
tuve miedo y rodé por la maleza.

Era fuego era sangre era lava de volcán
era espejismo.
No supe qué pasaba y tuve miedo
pero dejé rodar mi cuerpo y la llovizna
y algo estalló vibrante quién sabe en qué recodo.

Después dormí tranquila
un tiempo inexplicablemente largo.
Después quizás llegara Adán pero ya no lo vi
otra vez la llovizna humedeció mi cuerpo
y me sentí gritar.


Texto: "Eva o el pecado original", de Odette Alonso.




A través de las frases que dices, adivino las que callas como, bajo los versos de un pergamino antiguo -mal borradas por la mano del monje que para un jefe gótico miniara en su blancura el trance de un martirio- aparecen de pronto, a contraluz de un sueño, las líneas de un colérico epigrama.
(Jaime Torres Bodet)

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