viernes, 7 de diciembre de 2012

La incivilidad, la marca del imbécil

"No hay imbéciles, sólo imbecilidades. La imbecilidad consiste en creer entender lo que no se entiende.”
(René Magritte)


El boludo, el imbécil social, deja su marca en todas las interacciones humanas. Y la mayoría de las veces es exitoso en su cometido, sale impune y obtiene beneficios.

Esto hace que algunas personas inteligentes, justas y solidarias opinen "No, no es un pelotudo. Es un vivo y un hijueputa, pero de boludo no tiene nada".

Muy pocas veces esta discriminación es correcta. En la mayoría de los casos es producto de aglutinar en una misma idea - quizás involuntariamente - la definición médica clásica de idiota con la noción ético-social que estamos intentando configurar aquí.

El palurdo – cualesquiera sean su IQ, su instrucción formal o, incluso, sus talentos notables en disciplinas o artes específicos - conduce violando las normas de tránsito y poniendo en riesgo a los demás, ensucia las veredas con envoltorios de golosinas, fuma en las estaciones de servicio, empuja desconsideramente en los transportes y en las gradas, educa a sus hijos para que saquen ventaja por los medios más mezquinos, envía cadenas de email, se mete en debates sobre los que no entiende nada, soborna y recibe sobornos porque según él todo el mundo lo hace, pretende hacer pasar por arte una película pochoclera o un gato sentado en una mesa, no cree en la política pero sí cree en la charlatanería de quiosco, escribe con los pies y se cree periodista, receta fármacos innecesarios a cambio de un viaje al Caribe... Cada uno de estos casos-paradigma son posibles capítulos de un estudio; algunos se pueden subsumir con otros. Nunca entrarán todos en un único volumen. "El boludo - describía hace veinte años un crítico de cine francés cuyo nombre no recuerdo - es capaz de leer y discutir a Kierkegaard en su idioma original, pero se niega a cederle el asiento a una viejita en el subte".

Lo que propongo como hipótesis de trabajo es que estos sujetos no son vivos. Son boludos e hijueputas al mismo tiempo.


El verdadero asunto: La imbecilidad social

Si bien en los diccionarios médicos - y también en los otros - la primera acepción para el término "idiocia" es algo similar a "forma extrema de deficiencia mental, con un CI inferior a 25 en la que el sujeto es incapaz de hablar e incluso de valerse por sí mismo", con variantes como "con la capacidad mental de un niño no mayor de dos años" y descripciones análogas, también en los mismos textos aparece la noción de "idiota moral", como "sujeto incapaz de discernir la naturaleza moral de sus actos".

Esta última derivación representa algún alivio frente a tanta taxonomía nosológica, tanto encasillamiento descriptivo. Aún así no nos dice demasiado acerca del idiota social, ese sujeto cuya deficiencia no afecta - bueno, no visiblemente, no de un modo mensurable a través de una evaluación de coeficiente intelectual - el ámbito de lo cognitivo, sino el de lo socio-afectivo, aquello que implica responsabilidad para los otros sujetos y el espacio que con ellos comparte. Personalmente estoy convencido de que lo cognitivo y lo social son inseparables – como lo son lo racional y lo emocional -, pero no vengo aquí a discutir con los diccionarios médicos sino con algunos equívocos que aún persisten en torno de a qué clase de personas llamamos palurdos, pelotudos o imbéciles en la vida cotidiana.

Mi expectativa es que se genere un mínimo de acuerdos de sentido, de ajustes globales de lenguaje que, en conversaciones posteriores, nos permita evitar circunloquios acerca de si le estamos llamando "idiota" a un deficiente mental o, más bien, a un concienzudo ejecutor y promotor de incivilidades varias; un reverendo pelotudo, en otras palabras.

Como transcribo más arriba, la noción de "idiotez moral" es insuficiente, en tanto describe a un sujeto incapaz de discernir. El sujeto del que me ocupo aquí - al tiempo a que los invito a ustedes para que se ocupen también - sí es capaz de discernir entre lo valioso y lo disvalioso, entre lo prudente y lo peligroso, pero no lo hace porque le importa tres carajos, o porque nadie alrededor se lo reprocha, o porque obtiene beneficios mayores que los riesgos, o por todo eso a la vez.


Lengua y habla. El boludo a través de la geografía humana

En el Río de la Plata lo llamamos boludo, pelotudo o forro.
En Chile, weón.
En México y el Caribe, pendejo.
En España, gilipollas o capullo; también pringao.
En Italia: coglione.
En Francia: con.
En Estados Unidos: asshole o, eventualmente, fucking moron (idiota de mierda)
En Gran Bretaña: dickhead (cabeza de verga)
En Alemán: arschloch (equivalente al inglés asshole, o agujero del culo)
En idish: Schmuck, también pronunciado schmeck, o a veces Potz (pija, pero también boludo, una paradoja en criollo pero una semejanza con el inglés británico)

(Invariablemente en todos los casos y en cada una de esas colectividades, el "boludo" o sus equivalentes idiomáticos puede usarse entre amigos redefinido de un modo afectuoso o "meaningless", lo mismo que "hijo de puta", que incluso es una expresión elogiosa o admirativa en ciertos contextos. Aclaración necesaria para que no nos distraigamos del asunto principal)

¿Son idénticos los significados de estas palabras? Desde luego que no. No es como decir ojo-eye-oeil-ochio, o leñador-bucheron, o piedra-stone. No, son adjetivos, casi en todos los casos neologismos o bien resemantizaciones.

Pero tienen al menos dos cosas en común, tan en común que deberíamos asumirlas como rasgos identitarios.

En primer lugar, refieren en todos los casos, en forma directa o derivada, a los genitales masculinos, especialmente a los testículos. Raro; en el mismo lugar en el que se deposita simbólicamente el coraje, se instituye también la estupidez. Pero eso puede ser tema para otro libro, por el momento.

En segundo lugar - last but not least - los hablantes de todos los países y lenguas enunciados arriba, y todos los que se incluyen de un modo tácito, piensan en el mismo sujeto cuando lo califican como puñetero, con o schmeck: No en un minusválido mental sino un antisocial autoválido.

Permítanme expresar una convicción moral, que no tiene nada de certeza, y que someto a falsación, refutación y corrección:
Me resisto a creer que haya algo de sabiduría en la maldad.


Por Eddie Abramovich...




No hay comentarios:

Publicar un comentario