jueves, 1 de mayo de 2014

A este oficio me obligan los dolores ajenos

Viendo que se pretende instalar un debate acerca del cuál es el índice de pobreza de nuestro país, me interesa decir que el primer responsable de que tal cosa suceda es el actual gobierno, cuando tuvo la infeliz idea de que nos podíamos ahorrar unos cuantos miles de millones de dólares a costa de desacreditar las estadísticas oficiales.

Claro que hay varios motivos para dar índices tendenciosos o manipulados de pobreza: algunos por necedad, otros por hijaputez.
Necios o insensatos fueron los que antes nombré, hagámonos cargo para empezar.
También los que pretenden defender la idea de que no hay caminos alternativos, y que cualquier camino alternativo -dentro del capitalismo- es igual de malo que el neoliberalismo, entonces la defensa del empleo, la extensión del derecho a las jubilaciones, los subsidios (incipiente estado de bienestar) no sirven para nada, es o socialismo o muerte.
Los otros son los hijos de puta, los que saben que cuando apliquen sus planes de gobierno la pobreza va a subir, entonces la esconden anticipadamente, ante la creencia de que conseguirán sus objetivos electorales, imputando anticipadamente la responsabilidad a quienes ahora gobiernan.

La pobreza en nuestro país no es menor al 5% como nos mal informa el Indec, pero tampoco es el 28% al 36% como mal informan los distintos opositores (incluso ex empleados despechados). La pobreza argent(in)a es de entre el 14 y el 18%, como informan las estadísticas más sensatas, más técnicas y menos partidistas, lamentablemente con mayor profundidad (un 25/30%) que hace unos años debido al impacto de la inflación, pero con niveles de indigencia afortunadamente bajos y niveles de empleo altos (lo que sí reconocen hasta los opositores).
Podemos debatir acerca de si no deberíamos estar recorriendo un camino de segunda generación, cuáles fueron los errores cometidos en los últimos años que nos impiden haber dado ese salto, si realmente no hubo tiempo suficiente o nos enredamos en la politiquería por momentos y nos preocupamos más por mantener el poder que por profundizar el proyecto. Pero lo que no podemos es mentirnos, porque desde la mentira sólo se construye el infortunio.

Es gracioso, o dramático según se lo mire, que quienes desgarran sus vestiduras cuestionando las estadísticas del Indec, enarbolen, para oponerse, estadísticas igual, o peor, de erróneas (o de mentirosas, o de manipuladas, o de tendenciosas).


Imagen: "Sin paz y sin trabajo", de Ernesto de la Cárcova.




A este oficio me obligan los dolores ajenos, las lágrimas, los pañuelos saludadores, las promesas en medio del otoño o del fuego, los besos del encuentro, los besos del adiós, todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre.
(Juan Gelman)

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