martes, 10 de junio de 2014

Quiénes son los nuevos conquistadores

El periódico madrileño ABC publicó una nota bajo el título "La pobreza que esconde Kirchner", y aclarando que "las estadísticas oficiales que publica el Gobierno argentino aseguran que hay dos millones de pobres; las cifras reales hablan de más de once millones" que me motivo a volver sobre esta cuestión.

Me resulta sintomática la afirmación "Cifras reales"; sospecho que los tristes editores del pasquín monárquico español se suman al club de los ridículos que se espantan de las cifras del Indec enfrentándolas con otras igual de manipuladas y, por consiguiente, inexactas. Qué podíamos esperar del panfletario pasquín monárquico más que levante estadísticas falsas, tal y como hacen diariamente en el diario de Yrigoyen de la oposición.
Claro que esto es ante todo culpa del gobierno, por la insensata idea de creer que era posible ahorrarnos unos cuantos miles de millones de dólares a costa de la credibilidad del instituto de estadísticas, sin tener en cuenta que si algo abunda en Argentina es la deshonestidad intelectual.
Y lo más incomprensible, para los que se embanderan con los colores de PPT y de 678, para los lectores compulsivos de diarios de Yrigoyen, es que hay gente técnicamente sólida, que no analiza bajo óptica partidista, que permiten entender los números. Que tienen ideología, algunas de ellas muy lejos de la mía, pero que emiten informes técnicos.
En unas semanas el Indec informará los números, que no tengo dudas coincidirán con los de las consultoras serias. No las que hablan de inflación real y te dan la de la canasta familiar, esas no, hablo de las serias, las que te informan una inflación no demasiado lejos del índice de la construcción, o del índice de las provincias que lo generan (incluso algunas bastante opositoras).

Claro, hay que trabajar bastante para saberlo, toda vez que hay que leer, discriminar, contrastar; y es verdad que más fácil es comprar verdades enlatadas. Culpa de los años en los que reinó la insensatez de creer que todo es posible, ciertamente; como siempre digo aunque algunos se enojen la primera culpa es del gobierno. Pero esto no exculpa a los necios que comprar que la pobreza es del 25%, o peor, del 35%. La pobreza en Argentina evidentemente tampoco es del 5% como medía torpemente el Indec.
En nuestro país hay algo más de 7.000.000 de pobres, hablamos de entre poco menos del 14 y el 18%, donde la distancia entre las puntas se debe a la inflación. El índice de indigencia sin embargo sí que es bajo, dado que, como cualquiera que no viva en una nube entiende, hay un trabajo intenso y denodado para que el hambre no se dispare, pese a la pobreza estructural. El propio Juan Carr lo ha dicho con mucha claridad. Hay que decir que en ese porcentaje hay muchos que aún con trabajo están bajo la línea de la pobreza.

Hay que hacer un aparte con el número que mide la UCA, del que muchos se agarran dado que es una institución con prestigio. La UCA no mide con la canasta que mide el Indec, que usan incluso las consultoras partidistas o los ex empleados despechados, y es por eso que le da un número más alto. Pero este es otro debate: dado que si usamos el número de la UCA estamos en un segundo nivel de exigencia, el que lamentablemente aún no estamos en condiciones de abordar. Si este dato es válido, entonces en el 2002 había entre un 65 y un 70%. Sin embargo con los números del IPC que utiliza la UCA, cruzados con la canasta oficial, la pobreza la está midiendo en torno a un 18%. El IPC que usa la UCA si bien está en la franja superior la podemos ubicar entre los números de los consultores serios, no de los payasos que se presentan en el Congreso hablando de "inflación real". Algunos en su fanatismo no ven que los números de la UCA no son impresentables como los de las consultoras partidistas.

En fin, el tema es árido, y la culpa de que lo sea la tiene primero el gobierno, originada en la insensata idea de que nos podíamos ahorrar unos cuántos miles de millones de dólares a costa de la credibilidad de las estadísticas oficiales. Y recién después la deshonestidad intelectual de los que leen el diario de Yrigoyen de la oposición.

Por cierto, no le podemos pedir honestidad a la prensa española, toda vez que en los últimos día ha superado todas las expectativas de manipulación y censura. Nuestra tribuna de doctrina, La Nación, periódico que leo a diario, es mejor que cualquiera de los periódicos españoles masivos.

Por momentos pareciera que estamos al borde de una revolución en Argentina: hay tantos bolcheviques alrededor que a veces temo haberme afiliado al PP en mi década gallega.
Tenemos un problema grave, y es que hay mucha gente que parece religiosa: da por verdadero lo que cree, y no le importa lo que sabe. Como agnóstico, a veces siento angustia.




Los mismos que engordan los intestinos áridos del dólar con las fibras de nuestras famélicas cucharas, hoy nos quitan las escaleras de la proteína, niegan el fuego de nuestras danzas y juegan al fútbol con nuestra emancipación.
¿Qué cambió? ¿Quiénes son los nuevos conquistadores?
(Elías Letelier)

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