martes, 22 de julio de 2014

Aquí también alimentamos la esperanza

Soy agnóstico por decisión personal; aún así mi familia paterna sigue siendo católica y la materna sefaradí. Soy judío: mi madre era judía. Soy semita. Además de sirio: mis abuelos nacieron en Damasco. Y gallego: mi padre nació en Galiza, tierra que amo casi tanto como a la mía. Además de ser plenamente argentino.

Antes de definirme primero, desbordado de juventud, como ateo, y luego, ya mayor, como agnóstico, recorrí un camino interreligioso. Primero mi abuelo paterno me llevó durante un tiempo a la iglesia de San Cayetano en Liniers casi todos los domingos (cómo olvidar los churros que me compraba en la estación del ferrocarril). Luego, curioso, me acerqué a mis primos maternos y me uní a un Kent (no sé si se escribe así, o si siguen existiendo). Recuerdo en estas reuniones, hace casi 40 años (tengo 53, y fue cuando tenía 13/14 años), que algunos hablaban de Israel, de esa tierra de promesas, incluso usando la palabra socialismo para describir los kibutz. Cierto que ya en aquellos años había comenzado a mostrar lo que hoy es el estado de Israel; recuerdo a mi padre replicándome este naif relato: "¿porqué toman violentamente lo que no es de ellos si se llaman socialistas?".

Qué lejos quedaron aquellos tiempos en los que algunos soñadores creían ver esperanza y hermandad en el destino de Israel. Qué claro que es hoy entender que cualquiera que defienda el accionar de este estado, sólo lo puede hacer desde la ceguera del fanatismo, el mismo que le impide ver el asesinato cruel e inhumano no sólo de civiles desarmados: de niños aterrorizados.

No sólo me indigna y me rebela el asedio salvaje, primitivo, prepotente, de carácter fascista del estado terrorista de Israel sobre el pueblo palestino; también me llena de tristeza.




Aquí, en la falda de las colinas, ante el ocaso y las fauces del tiempo, junto a huertos de sombras arrancadas, hacemos lo que hacen los prisioneros, lo que hacen los desempleados: alimentamos la esperanza. Un país preparado para el alba. Nuestra obsesión por la victoria nos ha entontecido: no hay noche en nuestra noche que con la artillería refulge; el enemigo vela, el enemigo nos alumbra en el sótano oscuro.
(Mahmud Darwish)

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