lunes, 4 de mayo de 2015

Un amor como abrir los ojos

Cuando a Jorge Luis Borges se le murió la madre dijo una de las frases más desoladoras que escuché en mí vida: “Ya no tengo quién me piense”.
Borges sabía que si existe un amor incondicional será el de madre. Y que si ella lo pensaba, él existía.

Semana tras semana la imagen de Cristina sigue subiendo. Cuanto más se acerca el final de su mandato más argentinos reconocen su obra.

Un estudio cualitativo realizado por la UBA señala que la mayoría de los que se suman ahora a la aprobación presidencial lo hacen por temor.
Pequeños y medianos empresarios contestan que temen perder el mercado interno.
Ingenieros y técnicos que pasaron añares trabajando de otra cosa temen perder sus empleos.
Beneficiarios de la AUH creen que perderán el beneficio.
Muchos que pasaron de la pobreza a la clase media por primera vez en sus vidas comienzan a pensar que nada es para siempre.

Surge de esta encuesta que, de alguna manera, el concepto de estado contenedor entró en el imaginario colectivo.

El símbolo actual de ese estado contenedor es Cristina. Muchos temen que cuando se vaya ya nadie piense en ellos.
Como Borges y su madre.

Esto escribió en su muro de facebook el periodista y economista Roberto Navarro.

Y yo revindico cada palabra.

Vale como aclaración respecto a esto: yo no defiendo a este gobierno, me defiendo a mí.
Porque no tengo ninguna duda de que cualquiera de los potenciales reemplazos, lo hubiera hecho peor.
Y lo hará peor si decidimos que no gobierne el FPV (sea quien sea el candidato) en el próximo período.


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Hace unos días, se celebró el día internacional de los trabajadores.
Y sentipensé: qué lindo es tener trabajo. Qué lindo es que todos los que te rodean también lo tengan.
Sí, es verdad, aún hay muchos que no lo tienen, pero permítanme celebrar.

Feliz día del trabajo para todos. Que nunca nos falte.
Cuando votemos: sentipensémoslo.




Un amor más allá del amor, por encima del rito del vínculo, más allá del juego siniestro de la soledad y de la compañía.
Un amor que no necesite regreso, pero tampoco partida. Un amor no sometido a los fogonazos de ir y de volver, de estar despiertos o dormidos, de llamar o callar.
Un amor para estar juntos o para no estarlo pero también para todas las posiciones intermedias.
Un amor como abrir los ojos. Y quizá también como cerrarlos.
(Roberto Juarroz)

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