jueves, 16 de junio de 2016

Cuando los silogismos devienen en falacias.

Intentaré hacer algunas consideraciones acerca de los análisis y conclusiones que estoy leyendo y/o escuchando a partir del caso López. Sobre lo que leo y escucho, no sobre el caso López. Porque sobre cuestiones judiciales no opino, en tanto no las considero conducentes ni relevantes: la corrupción no merece discusión, sobre la corrupción sólo hay un camino, y éste termina en tribunales. Si hay condena confirmada por el poder judicial, quien resulte condenado no es más un actor válido en el debate político y económico. Si no, sea una denuncia sin fundamento alguno parte del relato mediático (como el caso dólar futuro) o sea aparentemente válida (como probablemente sea el caso Lázaro Baez), no es decente usarlo para esconder detrás la carencia de argumentos políticos y económicos.

No creo prudente minimizar la cuestión. En este sentido conviene emular la actitud del FPV y la mayoría de los espacios vinculados a quienes gestionaron el poder ejecutivo los últimos doce años, y condenarlo sin matices, y reclamar que la justicia deslinde responsabilidades y llegue hasta el fondo. Y no especular con qué se encontrará allí. Esto hace daño independientemente de quién lo haga.
No creo adecuado contestar con la corrupción del PRO. Que dentro del partido político que hoy conduce el poder ejecutivo haya nichos de corrupción no es conducente ni relevante: cuando esto termine en una condena confirmada por el poder judicial, quien haya sido cuestionado dejará de ser un actor válido en el debate político y económico. Como sería deseable y decente que también hagan quienes los votaron.
En definitiva, no creo oportuno hacerse eco de este caso. El debate hoy es la situación económica derivada de la política aplicada por el actual gobierno, y enredarse en discutir quien es el más corrupto, o quien tiene los corruptos más dañinos, no conduce a ningún destino válido. La situación es lo suficientemente grave, y amenaza con ser mucho más grave para el pueblo argent(in)o, por lo que es necesario no enredarse en estas cuestiones.

Tengan en cuenta que la inmensa mayoría de quienes basan sus opiniones en la corrupción, lo hacen porque necesitan esconder su carencia de argumentos políticos y económicos. Quien ante la carencia de inteligencia, de habilidad analítica, o llanamente por superficialidad, argumenta que si hay un corrupto son todos corruptos y entonces toda la política está invalidada, se describe al enunciar este razonamiento.

No me importa que sólo a Jaime se lo haya demostrado corrupto, algo que todos sospechábamos. Ni que este López parece evidente que no podrá demostrar el origen de esos fondos, y terminará con alguna condena. Ni que lo que sospechamos hizo Bodou es angelical comparado con lo que sospechamos, con muchos más elementos, que Macri hizo. Imaginamos que como es habitual en la sociedad argentina, donde la trampa está tan naturalizada, se trate de políticos, empresarios, médicos, albañiles o contables, haya más corruptos en ambos espacios, y que finalmente el poder judicial decida algunas condenas más. Y por cierto, las vinculaciones de quienes tienen las manos manchadas con la corrupción en todos los espacios políticos es amplia e intrincada: es evidente que le deben camaradería a sus socios en el negocio y no a quienes opinan parecido sobre los caminos políticos y económicos.

Humildemente, les propongo, que si todos los silogismos devienen en falacias, si todo se basa en la creencia y nada se confirma en los papeles en los que consiste la realidad, conviene preguntarse si el camino elegido no termina en un puente jamás construido.

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Buenos Aires es una de las ciudades más psicoanalizadas del mundo. O sea que gran parte de sus habitantes están entrenados en buscar segundas intenciones inconscientes en cualquier gesto extraño, curioso o desproporcionado.
Así se gestan las teorías conspirativas más inverosímiles.





Qué bendición la lluvia, qué intacta maravilla su paso sorpresivo y bienhechor que nos preserva del olvido y de la mansa rutina sin memoria... / ...Recordemos siempre esta visita de la lluvia. Cerrados los ojos, tratemos de evocar su vocerío y asistamos de nuevo a la victoria de sus huestes que, por un instante, derrotan a la muerte.
(Álvaro Mutis)

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